Víctor Gómez Pin
Todos hemos tenido en alguna ocasión el sentimiento de que la experiencia artística (sea creativa o receptiva) en algún registro literalmente redime. Por atroces que sean las condiciones materiales y espirituales, en un universo donde desechos humanos se ven abocados a rapiñar al que se muestre más débil que uno mismo, en esas atmósferas en las que el gran Dostoievski sitúa sus Raskolnikov, un acto de creación (una frase musical verídica o la propia página de Dostoievski), que afectara a tales sombras de la condición humana, revelaría en ellas un rescoldo de lo que un día constituyeron, rescoldo susceptible de ser vivificado precisamente bajo modalidad de exigencia de fraternidad.
En la obra de arte o en presencia de lo inmundo, precisamente porque no hay objeto que medie, que sea garante de su legitimidad, el acuerdo entre dos sujetos (el sentimiento compartido de sublimidad o repugnancia) es verdadero descubrimiento del otro. Tesis kantiana que abre una vía a la intelección de la potencialidad ética del arte, de su función redentora, a la que antes hacía referencia. Pues el otro que comparte la obra de arte aparece intrínsicamente como interpar (interpar por ejemplo en la emoción provocada por la nota belcantista). Y una nostalgia de tal interparidad, una nostalgia de la libre, entera, exaltada y trágica condición humana es el motor de toda exigencia ética.
Quizá no sea cierto que, al no encontrar su derrota, los hombres se hallen "condenados a ser libres", pero sí es cierto que hay hombres afortunados para quienes páginas análogas a las evocadas de La Bruyère han conducido efectivamente a una pasión por la libertad. Conocida es la valoración por Marx de la obra del conservador Balzac, cuyas descripciones implacables consideraba mucho más subversivas que las del socialista Zola, tan llenas de intenciones samaritanas.
No se trata en ello de una cuestión de mayor o menor realismo, entendido como adecuación a una verdad social objetiva (en tal registro ambas obras son quizás equivalentes). Se trata más bien de una cuestión de veracidad: el hecho de que Balzac se atenga a las leyes estrictas de la narración sin añadidos tendientes a mostrar los buenos sentimientos del autor es mucho más moral precisamente porque es rigurosamente artístico.