Rafael Argullol
Ausente el león,
las hienas bailan alegremente
alrededor del árbol sagrado.
Tras tanto tiempo al acecho
por fin ahora podrán imponer sus leyes,
y la carroña será la medida del mundo.
Mientras danzan y danzan
sueñan con un imperio interminable
en el que lo nauseabundo
sea el oro de los días
y la podredumbre, alcanzada ya,
el suelo sobre el que se construya el porvenir.
Sólo una sombra molesta
la desenfrenada orgía de las hienas.
Para disiparla no basta la ausencia del león.
Sería indispensable su exterminio.
Porque si un día regresa,
más pronto o más tarde,
las hienas deberán huir acobardadas,
y la belleza reinará de nuevo sobre la Tierra.