Rafael Argullol
El Espíritu se manifiesta en los nombres
y planea, armonioso, por el mundo
cuando los nombres se corresponden con las cosas.
Pero si los nombres son amordazados,
de modo que ya nada tienen que ver con lo que nombran,
y las cosas, perdida su palabra,
se hunden en el sumidero del sentido,
el Espíritu vacila y, al fin, huye
en busca del gran refugio silencioso,
y abandona a su suerte a los blasfemos.