
Ficha técnica
Título: Un paseo invernal | Autor: Henry David Thoreau | Editorial: Errata Naturae | Formato: 13× 20 | Páginas: 128 | ISBN: 978-84-15217-83-1 | Precio: 14,90 euros
Un paseo invernal
Henry David Thoreau
La editorial reúne en este libro dos de los textos más bellos y menos conocidos del autor de Walden: «Un paseo invernal» relata una caminata inolvidable por el corazón de los Grandes Fríos hacia la primavera de la existencia; «Caminar» es un ensayo magistral sobre el arte del paseo y una defensa cerrada de la vida salvaje y libre, tanto de los animales como de los seres humanos.
«En la profundidad del bosque, completamente solos, mientras el viento sacude la nieve de los árboles y dejamos atrás los últimos rastros humanos, nuestras reflexiones adquieren una riqueza y variedad muy superiores a las que ostentan cuando estamos inmersos en la vida de las ciudades. El zorzal y el trepador son una compañía más estimulante que la de políticos y filósofos, a los que volveremos a ver como quien se reencuentra con unos viejos y vulgares compañeros. En este valle solitario, en el que un riachuelo desagua las laderas cubiertas de hielo estriado y cristales de infinitos matices, entre los que sobresalen los juncos y la avena salvaje, y se elevan los abetos y las tsugas, nuestra vida es más serena y verdaderamente digna de contemplación».
Un paseo invernal
El viento murmuraba a través de los postigos, o so-plaba con aterciopelada suavidad contra las ventanas. De vez en cuando suspiraba como un céfiro de verano agitando las hojas en medio de la noche. El ratón de campo estaba dormido en su abrigada madriguera, el búho se había posado en un árbol hueco en las profundidades del pantano, el conejo, la ardilla y el zorro ya habían encontrado refugio. El perro guardián se había tumbado tranquilo junto a la chimenea, el ganado guardaba silencio en el establo. La tierra misma se había ido a dormir y reposaba con el primer sueño, apenas importunada por algún ruido procedente de la calle, o por el débil chirrido de la bisagra de una puerta de madera, que alentaban a la naturaleza recordándole sus quehaceres nocturnos: esos únicos sonidos entre Venus y Marte que nos sugieren la existencia de una distante calidez interior, un ánimo y fraternidad sagrados, un lugar en el que los dioses se reúnen pero que resulta desolador para los hombres. Y mientras la tierra dormía, el aire permaneció despierto y repleto de leves copos que fueron posándose poco a poco, como lo harían en el reino de una Ceres boreal que arroja su grano plateado sobre los campos.