
Eder. Óleo de Irene Gracia
Edmundo Paz Soldán
El enfrentamiento entre la policía y los pobladores de la favela se debía a la muerte del bailarín Douglas Rafael Pereira la noche anterior, en circunstancias confusas. Hay versiones que indican que la policía habría confundido a Douglas con un narcotraficante y, al dispararle, provocado la caída que le ocasionó la muerte. Para la gente que vive en Pavão-Pavãozinho, la policía militar es la culpable. La favela está "pacificada", un eufemismo que indica que la policía militar ha limpiado de narcotraficantes el lugar y se puede circular sin problemas; a cambio, hay UPPs (Unidades de Pacificación Policial) en la favela. Se trata de una relación tensa y desamorada: la favela no quiere a la policía, y la policía desdeña a la gente de la favela.
A un mes del mundial, la tenue paz alcanzada por Río amenaza con quebrarse. En los primeros tres meses de este año ha habido cerca de 1500 homicidios en la ciudad (el año pasado, en la misma época, hubo 1150), y los policías tienen el gatillo más fácil que nunca: ya han matado a 153 personas este año (96 el año pasado). Muchas de esas personas eran inocentes como Douglas, que en el momento de los disparos se encontraban en el lugar equivocado. Las favelas ya no están dispuestas a tolerar los abusos: este año, en Rocinha, hubo ocho autobuses quemados cuando la policía mató a un inocente; también hubo disturbios en Maré -que no está "pacificada"- después de dos muertes.
Las embajadas de Estados Unidos, Alemania, Inglaterra y Argentina han emitido comunicados para alertar a sus ciudadanos de los riesgos de Río de Janeiro durante la Copa. Preocupado por esas repercusiones, el Gobernador del estado ordenó la semana pasada sacar a toda la policía a las calles, y ha contratado 2000 efectivos más.
Quizás uno de los problemas de la violencia en Río, el de las favelas, se deba a que, como dice el analista Frei Betto en el periódico O Dia, su "pacificación" nunca estuvo acompañada de un proyecto educativo, cultural y de mejoramiento de la infraestructura. Las favelas siguieron siendo pobres, un lugar tentador para los narcotraficantes y para que la violencia rebrote en cualquier momento; también continuaron siendo discriminadas, tanto en el trato policial como en el imaginario de la ciudad (alguien me dijo que yo podía ser fanático de cualquier equipo excepto del Flamengo, porque eso significaría ser un "favelado").
Valeria y Vicky, las amigas cruceñas que viven en Copacabana, dicen que el barrio es tranquilo y que el último año solo ha habido disturbios dos veces. Lo más probable es que Río tenga un mundial tranquilo y triunfe su espíritu acogedor y amable. Lo complicado será acometer cambios estructurales que permitan que la ciudad rompa de una vez por todas con sus ciclos de violencia y la "pacificación" sea verdadera.
(El Deber, 11 de mayo 2014)