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Michelle Bachelet en Cornell

Por 8 de septiembre de 2012 Sin comentarios

Eder. Óleo de Irene Gracia

Edmundo Paz Soldán

 
Días atrás una amiga del programa de literatura francesa me sorprendió contándome que estaba muy entusiasmada con la charla que Michelle Bachelet daría este miércoles en Cornell. Acostumbrado a las ferreas políticas de la identidad de los campus norteamericanos (los medievalistas van a las charlas de los medievalistas, los postestructuralistas a las de los postestructuralistas), me llamó la atención que la ex-presidenta chilena cruzara tan fácilmente esos límites. La tarde de la presentación, al descubrir que había un lleno completo en el Statler Auditorium (casi mil personas) y que los asientos no solo estaban ocupados por hispanos (como suele ocurrir cuando políticos latinoamericanos visitan Cornell), concluí que Michelle Bachelet era una estrella global a toda regla.

Después de algunos problemas con el micrófono, la ex-presidenta Bachelet fue presentada para dar la anual Bartels World Affairs Lecture, uno de los eventos más prestigiosos de Cornell (entre sus invitados de mayor calado se encuentra el Dalai Lama). Bachelet ingresó al escenario vistiendo un tan simple como elegante conjunto rosa, fue recibida con una sonora ovación, y comenzó su charla. El tema era "Mujeres en el nuevo paradigma del desarrollo". Estoy seguro de que la mayoría de los asistentes hubiera querido escuchar una historia de vida, la forma en la que una mujer de clase media de apariencia tan tranquila se convirtió en una carismática líder política, pero Bachelet, muy al tanto de la seriedad de la Bartels Lecture, se puso académica.

La charla sonó demasiado preparada al comienzo: Bachelet se puso a recordar los nombres de algunas mujeres estudiantes de Cornell que, un siglo atrás, habían luchado por los derechos de las mujeres. Luego habló con convicción de la situación actual, y reconoció la importancia de que los hombres pelearan junto a las mujeres en la lucha contra la discriminación. Hubo muchas estadísticas acerca del progreso de las mujeres (menos del 10% son jefes de gobierno, menos del 4% dirigen grandes conglomerados empresariarles) y una insistencia en la necesidad de que se crearan leyes temporales para igualar oportunidades o al menos lograr que los desniveles no fueran abrumadores (un 30% de puestos en los parlamentos debería reservarse a mujeres, dijo; solo 33 países cumplían ese objetivo)   

Bachelet demostró que su trabajo como subsecretaria general de ONU Mujeres le ha dado dividendos: sus ejemplos provenían de Libia, Tunez, Afganistán. La única vez que habló de América Latina fue para mencionar el momento especial del continente, con tres mujeres presidentes; esa mención le permitió una de las escasas bromas de la charla: "quizás los Estados Unidos debiera seguir ese ejemplo", dijo, ante las risas y el aplauso general.

Bachelet contó alguna anécdota de su vida, pero se negó a revelar mucho de la mujer detrás del personaje político. Tampoco dejó el más mínimo espacio para especular acerca de su posible retorno a la política chilena como candidata presidencial en un par de años; la que vino a Cornell era una comprometida funcionaria de una organización global. Hubo algunos desilusionados ante tantos números y tan poca confesión, pero lo que quedó en general fue la admiración. Eso, sin embargo, no fue todo. En los descuentos, a la hora de las preguntas, hubo tiempo para la revelación más importante de la tarde. Los estudiantes que se acercaron a hablar ante los micrófonos parecían intimidados; se hacían nudos y terminaban soltando largas parrafadas inconducentes. Cuando una mujer de la India comenzó a dar algunos datos de la situación en su país, Bachelet la cortó con un tajante: "Lo sé todo". En una universidad Ivy League como Cornell todos creen saberlo todo, pero esa frase no solo calló a la india; también levantó murmullos en el auditorio. Esa mujer de apariencia bonachona escondía un carácter firme. Uno podía entender que detrás de las estadísticas había alguien con la fuerza suficiente como para imponerse en el despiadado mundo de la política.  

(revista Qué Psa, 8 de septiembre 2012)

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Edmundo Paz Soldán

Edmundo Paz Soldán (Cochacamba, Bolivia, 1967) es escritor, profesor de literatura latinoamericana en la Universidad de Cornell y columnista en medios como El País, The New York Times o Time. Se convirtió en uno de los autores más representativos de la generación latinoamericana de los 90 conocida como McOndo gracias al éxito de Días de papel, su primera novela, con la que ganó el premio Erich Guttentag. Es autor de las novelas Río Fugitivo (1998), La materia del deseo (2001), Palacio quemado (2006), Los vivos y los muertos (2009), Norte (2011), Iris (2014) y Los días de la peste (2017); así como de varios libros de cuentos: Las máscaras de la nada (1990), Desapariciones (1994) y Amores imperfectos (1988).Sus obras han sido traducidas a ocho idiomas y ha recibido galardones tan prestigiosos como el Juan Rulfo de cuento (1997) o el Naciones de Novela de Bolivia (2002).

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