
Eder. Óleo de Irene Gracia
Lluís Bassets
Es una jugada triple. Tres monedas en el aire, tres dados que ruedan sobre la mesa o tres azarosas convocatorias electorales en el mismo día, cada una por su lado y sin relación alguna, salvo el mismo mar Mediterráneo que baña sus costas. Quizá sea esta la corriente profunda que une a esos tres países, Francia, Grecia y Egipto, donde hoy los ciudadanos acuden a las urnas: el terremoto que desplaza las placas tectónicas de la economía y de la política mundiales tiene su epicentro entre las dos orillas de la vieja cuenca mediterránea.
Los franceses deciden este domingo si quieren que su nuevo presidente, el socialista François Hollande, tenga una mayoría absoluta que le deje las manos libres en la gestión europea de la actual crisis financiera; poca cosa si se compara con las espadas en alto de las otras dos contiendas electorales. El dilema de los griegos no es quedarse en el euro o abandonarlo, mantenerse dentro de la UE o salirse, pero así es como lo entenderá todo el mundo, aunque lo desmientan las pretensiones de Nueva Democracia de Antonis Samaras de renegociar las condiciones del rescate de su economía, al igual que lo desmienten las protestas de la izquierdista Syriza de Alexis Tsipras sobre la vocación y voluntad europeístas de Grecia. La bifurcación que se les ofrece a los egipcios es muy clara, entre el islamista Mohamed Morsi y el militar Ahmed Shafiq, último primer ministro de Mubarak, dos opciones conservadoras en cada una de sus modalidades, la religiosa y moral de los Hermanos Musulmanes y la autoritaria y geopolítica del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas.
A nadie inquieta la segunda vuelta de las legislativas francesas, sobre todo porque los márgenes del presidente de la República son muy amplios cuando ya ha quedado excluido en la primera vuelta que tenga que practicar la cohabitación con una mayoría parlamentaria adversa y su correspondiente Gobierno de distinto color. Ahora apenas quedan por determinar los márgenes residuales para la maniobra y si tendrá esa mayoría absoluta aparentemente tan ventajosa para realizar las reformas más dolorosas, pero que termina convirtiéndose en un corsé asfixiante cuando no se utiliza con inteligencia, como le está pasando a Mariano Rajoy estos días.
Las otras dos elecciones, en cambio, producen vértigo. Nunca nuestro planeta había mostrado tan crudamente sus reducidas dimensiones y la enorme interdependencia entre los países. En Atenas y en Salónica se decide nuestro futuro, el de la moneda única y el de Europa. En El Cairo y en Alejandría se juegan las relaciones entre nosotros y el nuevo mundo árabe emergente de las revoluciones de 2011. Los últimos 30 años de construcción europea y de paz y cooperación entre Estados Unidos, Egipto e Israel dependen de estos dados que ruedan hoy y mañana en el cubilete mediterráneo.