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Para leer a Juan Carlos Flores

Por 30 de mayo de 2012 Sin comentarios

Eder. Óleo de Irene Gracia

Julio Ortega

 

Poeta de culto,  Juan Carlos Flores (1962) vive en Alamar, en las afueras de La Habana, como en otro mundo, dedicado a escribir no la página en blanco visionaria sino los borradores que sustituyen  la idea del original y la copia, y convierten a la escritura en una página en negro, tachada hasta hacer tinta, de donde surge el precipitado de una acción verbal, que pasa por el fragmento que flota en el ritmo que recomienza. Ese proceso da cuenta de su propia huella: una traza emotiva y material. Y también irónica, porque en el teatro de la escritura el soliloquio recuenta los restos del lenguaje. Juan Carlos Flores, en su primer viaje fuera de Cuba visitó Brown, y habló con los estudiantes que leían o desleían El contragolpe (2009) en mi clase sobre letras del XXI. De sus trabajos, donde espejea la reverberación del contracanto, rescato aquí algunos ejercicios de escritura.

 

Maya Holm: Una poética de la repetición

La técnica de la repetición hace que el estilo de Juan Carlos Flores sea rítmico y circular, lo que sugiere una voz poética que busca seducir al lector. A primera vista , se enfatizan las palabras que cambian, como ­“Jerusalén”/“Miami Beach” en “Meta volante” o en el último verso de “El buzo”: “A la hora señalada, cuando me llamen por mi nombre, no responderé”. La repetición en la poesía de Flores no da un sentido de estancamiento, sino que cada vez cambia el significado por la intencionalidad de la reiteración (lo cual parece relacionarse  a la idea central de Borges en “Pierre Menard, autor del Quijote” ).

Un ejemplo en El contragolpe es “El castero” . El poema (“A Fernando Pessoa, le gustaba fumar el tabaco negro de las Antillas…”)  gira en torno a  la frase  “porque si, porque no, porque entre el sí y el no están todos los hombres…” El poema produce cierta inquietud por las repeticiones asimétricas,  que reflejan la  incertidumbre entre la afirmación y la negación. La forma repetitiva del poema despliega la búsqueda y el sentido .

En “Manuscritos” se propone una idea de la poesía como “puro proceso”. Dice: “Descifrar lo que está escrito en el viento, es tarea difícil”; y sugiere que  el mundo  supone un lenguaje mejor que el del hombre. Comparado a este lenguaje trascendental de la naturaleza, los intentos de producir algo sólo dejan borradores para interpretar el mundo, ya que no hay una versión definitiva ni final. Esta idea aparece en la secuencia “detrás de la cerca o cortina metálica, humo, quienes no se aventuraban a saltar, se dedicaban a un parloteo de vecinos ”; en cambio, “quienes se aventuraban a saltar, regresaban callados, como si hubiesen contraído una enfermedad que les impidiese el habla”. Flores reconoce otra vez los límites de nuestro lenguaje,  también reflejados en la misma estructura de la repetición.

La idea del lenguaje como escritura y variaciones sobre un tema también aparece en “Parque de diversiones”. Dice: “Ahora, con aparatos viejos, extraídos de otro parque, están construyendo el parque”. Con los mismos materiales se debe construir algo nuevo, nos dice Flores. Su estilo incorpora la repetición para complementar una de sus tensiones principales: la exploración de los limites del lenguaje en la expresión. Convocando la idea borgeana de la originalidad, esta técnica muestra que sólo hay unos pocos grandes temas cuyas variaciones producimos. El poema acorta la distancia entre el lector y la voz del autor porque la repetición nos familiariza con el poema, como si fuésemos también su autor.

 

Olivia Singer: “Hay que ver”

Este poema nos presenta a un maestro de kung fu que no lleva las características preferidas por los estudiantes: es africano, no chino, y profesa la doctrina de Cristo en vez de la de Buda.  Flores nos refiere el tema complicado de las expectativas raciales.  Aunque es algo que muchas personas no admitan en foros públicos, es difícil negar la presencia de la “exotización” de las culturas ajenas y las expectativas y  los estereotipos que derivan de ello. Cuando elegimos una clase de kung fu, nos gustaría un maestro chino.  Este deseo supone la concepción de la cultura exótica como la posibilidad de entrar a una fantasía.

El hablante advierte que la clase no está en un barrio chino  sino en Alamar, “lugar de las mixturas, donde estas cosas pasan”. Alamar representa el espacio multicultural del presente.  Pero aunque esta mezcla existe y penetra la sociedad, la gente no quiere despertar de sus propios sueños culturales.  El chef de la trattoría puede ser japonés pero no queremos saberlo.  Estamos cómodos con la imagen del Sr. Luigi con su bigote y su esposa gorda, Isabella. Algo que no cabe en este estereotipo crea desorientación.  Por eso,  el hablante repite la sentencia,  “Hay que verlo,” evocando la idea de verlo para creerlo.  La frase también connota el espectáculo.  Este maestro desestabiliza la fantasía cultural, y por eso, “Hay que verlo”.  Hace falta ver esta digresión de lo exótico deseado: la entrada del mundo real, no sólo multicultural, sobre todo mezclado.

 

Jennifer Glass: “Carreras de Maratón”

El narrador de este poema repite dos veces la frase, El corredor de largas distancias, en hora de maitines y blasfemias gástricas, atraviesa avenidas y calles más pequeñas de la parroquia (aristocrática es la soledad, aunque la desconfianza hacia el otro engendra inquisidores). La primera vez vemos al corredor en una hora de la mañana, en su pueblo; la segunda vez, la hora es sagrada y el acto de correr se torna en una práctica espiritual y solitaria. Correr humaniza al hombre porque une sus dos dimensiones, la física y la espiritual: ni una bestia ni un dios, un hombre y está solo por el placer de estar solo. Así como correr es la intersección de distintos niveles humanos, la poesía es la intersección de lo real y la imaginación. Se podría diagramar el poema: sus dos planos son lo literal y lo poético.  Con el operativo de la repetición, el sujeto pasa de ser individuo (un corredor de fondo) a encarnar la naturaleza humana misma. Y el lenguaje pasa de la objetividad representada a una subjetividad tangible.

 

Anna Gasha: “Pequeño Calibán”

El poema de Juan Carlos Flores titulado ‘Pequeño Calibán’ usa la repetición de manera poderosa. La misma oración es reiterada tres veces, creando una repetición visual con la forma del poema, y también una repetición de sonidos con el habla. Todas las palabras están en el mismo orden hasta la ultima repetición, que sustituye el nombre del niño, y dice, ‘hay un niño cuyo nombre es ya nadie’. Lo cual tiene que ver con la incertidumbre de la vida diaria, especialmente en un mundo en que todo se mueve en sucesión rapidísima. El comienzo del poema (‘El patinador de la muerte cruza veloz por la avenida, entre los autos y los transeúntes, al patinador de la muerte o al patinamuer de la dor hoy sólo quiero mirar, ojos de puerco”), me hizo imaginar una avenida de intenso tráfico. El mundo es confuso, y en medio de su confusión se puede perder la propia identidad—una forma de la muerte, que hace que la persona sea ‘nadie’—, como le ocurre al niño en el poema: “hay un niño que escribe, hay un niño cuyo nombre es nadie.”  ¿Es este niño el próximo Calibán?

 

Sarah Crosky: “El mensajero”

El poema “El mensajero” tiene el escenario de una posguerra. El narrador anónimo vive arriba de una pendiente. Debajo, está la fuente de sus provisiones. El mensajero trae las noticias relevantes del país. Este “mensajero”  cumple varios papeles. Esa  diversidad da al poema un significado plural,  fluido.

Para quienes dependen del mensajero, éste es un “historiador, a su modo”, un periodista, y “nadie mejor que él descifra” la información complicada. Siendo el único que tiene este papel, es la voz que anuda a la gente al resto del país. Una sola voz subjetiva y particular, que puede tener muchas caras. Según sus motivos, este mensajero se transforma en varios personajes. Además de ser el conservador de la información, es  inventor, y el “anudador” que teje el hilo que sube y baja la pendiente. Este personaje no trae mensajes de otra gente,  trae sus propios mensajes,  sus versiones de “las noticias del arroz y otras noticias de interés culinario, y otras noticias del país.” Por las circunstancias de ser una suerte de dueño de la transmisión de las noticias, el mensajero influye en la información que reparte. Así, el poema adquiere la forma  de una interpretación. Juan Carlos Flores está creando una imagen de la circulación de la información, pero  nos revela que, debajo, hay niveles y reajustes que convierten a las noticias en mensajes subjetivos, que requieren ser descifrados. El poema mismo está contando una “historia” sobre un “historiador” y sus “historias,” las que entrega a la gente, propagando otra dimensión de la verdad.

Juan Carlos Flores no sólo utiliza el lenguaje para mostrar su mensaje, sino que utiliza la misma forma del poema. Los tres párrafos funcionan como una bisagra; al comienzo y al final el mensajero trae o ha traído “noticias del arroz y otras noticias de interés culinario, y otras noticias del país”, pero al centro vemos las funciones del mensajero. El poema está construido de niveles de interpretación, que siguen alternándose, construyendo la agencia del mensajero; alguien que en el análisis descubre los pliegues del relato y de su propia significación.

 

Sofía Aronson: “Mancha, papel y lápiz”

En “Mancha, papel, y lápiz” las cosas no son siempre lo que parecen.  Esa lección la recibe un  niño, cuyo padre quiere “que aprendiese a leer de los signos del mundo”. El niño aprende la interpretación a partir de la enseñanza de su padre. El poema propone dos metáforas. La primera es una comparación entre los “peces voladores” y los “atletas clavadistas;”  los dos tienen “la misma precisión”. La repetición de las lecciones de su padre permite a este niño aprenderlas mejor.  La segunda metáfora, al final del poema, presupone que el pez visto por el niño es una barracuda: “puede estar: ¡Y está!”.

“Peces voladores (entran y salen del agua, sus movimientos tienen la misma precisión que los movimientos de los atletas clavadistas, mi padre, siendo yo niño, a estos lugares me traía para que aprendiese a leer en el libro de los signos del mundo)”

Pero la segunda repetición supone que “detrás de cada pez volador la barracuda, hambrienta, puede estar,” y  nos dice que, en efecto, el pez  está  allí. La incertidumbre ocurre dos veces: en la primera, no se le ocurre al niño que el pez pueda tener alguna identidad concreta. En la segunda, el niño supone que el pez puede ser una barracuda.

Lo que aprendemos sobre las asociaciones de una cosa a otra, de una experiencia a otra,  es adquirido y pertenece sólo al individuo que lo experimenta. Juan Carlos Flores nos muestra el poder de lo simbólico y lo implícito. En este caso, de un hablante cuyo padre trató de iniciarlo en los matices de la vida del conocimiento.

 

 

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Julio Ortega

Julio Ortega, Perú, 1942. Después de estudiar Literatura en la Universidad Católica, en Lima,  y publicar su primer libro de crítica,  La contemplación y la fiesta (1968), dedicado al "boom" de la novela latinoamericana, emigró a Estados Unidos invitado como profesor visitante por las Universidades de Pittsburgh y Yale. Vivió en Barcelona (1971-73) como traductor y editor. Volvió de profesor a la Universidad de Texas, Austin, donde en 1978 fue nombrado catedrático de literatura latinoamericana. Lo fue también en la Universidad de Brandeis y desde 1989 lo es en la Universidad de Brown, donde ha sido director del Departamento de Estudios Hispánico y actualmente es director del Proyecto Transatlántico. Ha sido profesor visitante en Harvard, NYU,  Granada y Las Palmas, y ocupó la cátedra Simón Bolívar de la Universidad de Cambridge. Es miembro de las academias de la lengua de Perú, Venezuela, Puerto Rico y Nicaragua. Ha recibido la condecoración Andrés Bello del gobierno de Venezuela en 1998 y es doctor honorario por las universidades del Santa y Los Angeles, Perú, y la Universidad Americana de Nicaragua. Consejero de las cátedras Julio Cortázar (Guadajara, México), Alfonso Reyes (TEC, Monterrey), Roberto Bolaño (Universidad Diego Portales, Chile) y Jesús de Polanco (Universidad Autónoma de Madrid/Fundación Santillana). Dirije las series Aula Atlántica en el Fondo de Cultura Económica, EntreMares en la Editorial Veracruzana, y Nuevos Hispanismos en Iberoamericana-Vervuert.  Ha obtenido los premios Rulfo de cuento (París), Bizoc de novela breve (Mallorca), Casa de América de ensayo (Madrid) y el COPE de cuento (Lima). De su crítica ha dicho Octavio Paz:"Ortega practica el mejor rigor crítico: el rigor generoso."

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