Lluís Bassets
Y van dos. No ha transcurrido ni un mes desde la caída de Ben Ali y la revolución árabe ya se ha cobrado la segunda pieza. Esto además es caza mayor. El tunecino, a fin de cuentas, era un policía corrupto casado con una peluquera ambiciosa. Mubarak es un general, héroe de guerra, que ha suscitado elogios y apoyos a diestro y siniestro. El tamaño y peso político de ambos países, no hablemos ya de su emplazamiento estratégico, no permiten ni siquiera las comparaciones. Si la ola sólo se hubiera llevado a Ben Ali estaríamos ante un fenómeno interesante pero muy limitado. Con la culminación egipcia, el vendaval adquiere una envergadura histórica y promete seguir creciendo y amenazando ahora a otros regímenes.
Ya van dos, y enorme paradoja, los dos eran máximos dirigentes de unos partidos-estado que no han sido expulsados de la Internacional Socialista hasta bien avanzada la revuelta. ¡Qué vergüenza! Derecha e izquierda se han comportado con idéntica bajeza con esos dos dictadores. Alguien deberá dar una explicación, o al menos aprender la lección.
Pero ahora el asunto importante es seguir mirando hacia delante. ¿Quién será el siguiente en caer? ¿Será un monarca? También hay otra posibilidad. Que se produzca una segunda caída en Egipto. Omar Suleiman es tan responsable como Mubarak de la situación a la que ha llegado el país. Con un agravante: el responsable directo de los mayores abusos de la policía y de los servicios secretos es Suleiman. Si juega tan fuerte en este envite, es porque se siente muy apoyado por quienes han sido los aliados de Mubarak hasta ahora, concretamente Estados Unidos e Israel. Pero está por ver que los jóvenes egipcios se conformen a una transición liderada por alguien tan comprometido con el régimen.
Aunque el rumbo de la transición sea todavía incierto, hay un hecho incontrovertible, y es que la caída de Mubarak dará mayor impulso a la ola revolucionaria y animará a los jóvenes de todo el mundo árabe, e incluso de otros países, a seguir el ejemplo. Esta es una de las mejores aportaciones de la revuelta. Las dictaduras están algo menos prestigiadas en el mundo después de la caída de máscaras en Túnez y Egipto. Además de dictadores sin escrúpulos, todos ellos han robado como locos, mientras sus conciudadanos vivían cada vez peor. Donde hay dictadura hay crimen y hay corrupción, una obviedad más conocida y difundida después de este triunfo revolucionario.