Lluís Bassets
La gran noticia de España se produjo hace ya más de 30 años. Había desaparecido la dictadura; regresaban todos y cada uno de los actores del viejo Ruedo Ibérico, ocultos y reprimidos durante los 40 años de protagonismo exclusivo del dictador, sus militares y sus curas. Y sin embargo, las casandras que anunciaban la inevitable guerra civil, inscrita como una fatalidad genética en la historia española, se equivocaron de medio a medio. Todo lo que fue llegando luego era parte de este mentís rotundo a una historia desgraciada: la recuperación de las viejas pero siempre vivas lenguas y nacionalidades, con sus instituciones; el regreso a Europa; el hallazgo insólito de la senda de la prosperidad. La mota del 23-F, perfectamente adaptada al rancio guión, fue el único contrapunto antes del despliegue de esa nueva historia sorprendente, tan escasamente española.
Pero ahora, desde hace un tiempo, todo parece pugnar por un regreso desdichado, alentado además por esta crisis colosal, que fue primero financiera, luego de deuda soberana y ahora es ya del euro. Y así es como la gran noticia de España en el mundo parece que vuelve a ser la de siempre. Como si aquel desmentido feliz se hubiera vuelto en contra de los españoles. Un juez expulsado porque otros jueces consideraron que prevaricó cuando quiso investigar los muertos todavía sin reivindicar de la guerra civil. Un tribunal constitucional que discute sin rubor los borradores de un recorte que devuelve a Catalunya a la etapa anterior a su primer Estatuto y a la Constitución. Una crisis que amenaza con la miseria a los hijos de quienes salieron de la miseria.
Lo peor de estas amenazas no es que sean desempolvadas desde la mirada exótica, sino el gusto con que se blanden desde dentro mismo de este Ruedo Ibérico donde se evoca y se concita la lidia trágica de la guerra incivil. Es cierto que todo llega como una farsa, alentada por las miserias de la vida política contemporánea para obtener un puñado de votos. Pero es un juego siniestro, cargado de malos presagios, que nos devuelve la imagen de la España de siempre, pegada como un excremento para siempre en nuestros zapatos.