
Eder. Óleo de Irene Gracia
Edmundo Paz Soldán
Es curioso oír al escritor irlandés John Banville hablar de Benjamin Black como si fuera otro escritor con quien no sólo tiene muy poco en común, sino que incluso podría ser su opuesto. Según Banville, Black se dedica a la acción, en sus novelas policiales sus personajes son lo que hacen; el escritor irlandés candidato al Nobel, ganador del Booker por la novela El mar (Anagrama) es, en cambio, alguien cuyos personajes, más que actuar, piensan y se pierden en una especulación que las más de las veces no da ninguna respuesta.
En sus declaraciones, Banville ha llevado a esta división a extremos y no sólo habla de dos escrituras sino de dos personalidades diferentes: él dice que escribe a mano en su estudio en Dublin, mientras que según él Black lo hace en una laptop; las novelas de Banville tardan de tres a cuatro años en escribirse, las de Black apenas tres meses. Hay que cuestionar esta división y preguntarse si todavía sirve de algo el seudónimo. En tiempos en que todos los productos culturales pueden mezclarse en un solo saco, en que está muy claro que el género policial no tiene que pedirle permiso a nadie para ser considerado alta literatura, Banville es uno de los pocos interesado en mantener esta separación; de hecho, en algunas entrevistas Banville ha establecido jerarquías y ha dicho que la obra que publica como Black es "menor".
La estrategia de Banville es clara: crear una división de labores en la que por un lado está uno de los mejores prosistas vivos de la literatura escrita en inglés y un digno heredero de una tradición que incluye a Joyce y Yeats, y por otro un modesto escritor de policiales que sólo quiere escribir buenas novelas de género (y llegar por ese camino al gran público). Sin embargo, las cosas no son tan esquemáticas como parecen, pues una novela de Black (Christine Falls) es mejor que las primeras de Banville.
Hay autores que han usado seudónimos para esconder sus trabajos menores (Barnes, Auster); otros, para no abarrotar el mercado con una profusión de títulos cada tres meses (Joyce Carol Oates). En Banville no funciona ni uno ni otro argumento. Ya que las novelas publicadas con el seudónimo "Benjamin Black" son de calidad, ¿por qué no publicarlas como John Banville y punto? No es suficiente decir que lo suyo es "una buena manera de ser otro sin dejar de ser el mismo".
El gesto de Banville es anacrónico, de la epoca en que existía una división tajante entre la literatura "seria" y los géneros menores. Pero el tiempo sabe vengarse: puede que algún día lo que quede de este autor sean algunas de las novelas que publicó con el seudónimo de Black.
(La Tercera, 26 de julio 2009)