
Eder. Óleo de Irene Gracia
Edmundo Paz Soldán
Hace un par de años, en Madrid, Diego Salazar me comentó que estaba leyendo Calor, de Bill Buford, para reseñarla en Letras Libres. Hablamos de la necesidad de que se escribieran en Hispanoamérica buenos textos sobre el mundo de la cocina. Reflexiones, experiencias, ensayos. No sólo libros de recetas, sino una mirada capaz de profundizar sobre la cocina y su entorno. En la literatura en español, este género está en pañales. Si en nuestra cultura nos pasamos el tiempo hablando de la comida, lo lógico sería convertir esos conocimientos tan variados en literatura.
Diego ha decidido llevar a la práctica sus ideas sobre este tema. "El cocinero que no podía dormir y su persistente aprendiz de cocina", aparecida en la revista Etiqueta Negra del mes pasado, es una crónica-testimonio memorable sobre las semanas que pasó en el restaurante Alboroque de Madrid. Diego nos mete a la cocina del Alboroque, nos hace ver, sentir y oler, de forma meticulosa, cómo funciona desde adentro un restaurante de primer nivel. Nos cuenta del chef y de los que trabajan con él, de la presión constante en que viven, y también de sus propias ansiedades cuando piensa en este mundo que lo fascina tanto. ¿Será que él tiene pasta de chef?
Al leer esta crónica pensé en los libros que Diego me encarga cada vez que viajo a Madrid: The Omnivore’s Dilemma (Michael Pollan), The Art of Simple Food (Alice Walters), Food Matters (Mark Bittman). Me dije: en esa crónica hay el germen de un gran libro. Hay también un gran crítico y cronista de cómo funciona el universo culinario de España y América Latina. Así que eso: Diego, estoy a la espera del libro.