
Eder. Óleo de Irene Gracia
Marcelo Figueras
A diferencia de un tipo de cine muy habitual -que no popular- en la Argentina y su política de cascotear el proceso narrativo como si se tratase de una blasfemia, Historias extraordinarias es una máquina de contar. A partir de tres anécdotas independientes (el hombre Equis que se convierte en partícipe inesperado de un crimen, el hombre Zeta que ve alterarse su vida al ocupar el lugar de otro, el hombre H que se lanza al río en cumplimiento de una apuesta absurda), el relato parte en el mismo instante que sus protagonistas: esto es, en el momento que se permiten desestructurarse, apartarse del cauce principal de sus vidas y meterse en un sendero que se bifurca y que, por definición, nunca los devolverá a la ruta del comienzo -por lo menos no en el estado en que partieron, como bien sabía Heráclito.
Las historias-madre florecen pronto en nuevos pimpollos, con una causalidad que nunca es forzada. La irrupción de otro personaje hace razonable el desvío, la anécdota, el background, dado que si no se tratase de un personaje interesante, ¿para qué le permitiríamos ingresar al cuadro? Y así entran como Pancho por su casa un león viejo, soldados alemanes perdidos en Guyana y hasta personajes reales como el arquitecto Francisco Salamone y los inquietantes edificios que erigió en plena llanura bonaersense, entre mataderos, cementerios y gigantescos Cristos futuristas.
En este sentido me hizo recordar (los muchachos que viven de las exégesis me van a querer colgar por la comparación, pero eso sólo hace que valga más la pena) a la película Amelie. Que por supuesto no se le parece en intención ni en los medios de producción pero sí en el punto clave, la manera en que trabaja a contrapelo de todos los Manuales del Buen Guionista: a los quince minutos no ha aparecido ningún plot point ni cosa similar, de hecho hasta el minuto 40 no estamos en condiciones de advertir que Amelie es una historia romántica -y sin embargo funciona como un tren. ¿Por qué? Por la prepotencia (volverse arltiano es aquí inevitable) del buen relato. Quiero decir: mientras se le presenta(n) una(s) historia(s) que resulta(n) atractiva(s), cuya seducción sólo crece a medida que progresan, ¿qué demonios le importan al espectador los plot points, la definición del género o cualquier otro corsé narrativo impuesto de antemano?
Hora de un nuevo intervalo. La sigo mañana…