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Obama se la juega

Por 9 de febrero de 2009 Sin comentarios

Eder. Óleo de Irene Gracia

Lluís Bassets

Atención a lo que suceda en las próximas horas. Obama lleva apenas dos semanas y media en la Casa Blanca y, después de una salida espléndida, se encuentra con las primeras dificultades serias, que van a servir para ponerle a prueba sobre sus capacidades para convencer y dirigir a los norteamericanos. Prohibir la tortura y las cárceles secretas, anunciar el cierre de Guantánamo o criticar a los directivos de empresas en dificultades que cobran bonus ha estado muy bien, como su espléndida campaña o la rapidez con que ha preparado el equipo presidencial (salvando los pequeños accidentes de recorrido que le ocurren a cualquier presidente a la hora de que sus nombramientos pasen las pruebas de confirmación parlamentaria). Pero ahora le llega la hora de la verdad, con la entrada en el Senado del paquete de ayudas económicas frente a la crisis, que Obama debe sacar en buenas condiciones a riesgo de recibir un primer revés serio para su autoridad y para su promesa de un cambio creíble. A medida que vaya tomando decisiones, además, la responsabilidad sobre el curso de los acontecimientos será suya: si no pone freno, aunque sea relativo, a la recesión, pronto será el nuevo presidente el principal responsable que deberá rendir cuentas por el estado de su país.

Obama parte de una situación parlamentaria complicada por la mayoría insuficiente en el Senado, donde los demócratas tienen 58 votos y les falta los dos necesarios para evitar el bloqueo. Pero tan complicado como conseguir esos votos es que lo hagan también los congresistas y senadores demócratas más hostiles a la intervención del Estado y a los impuestos. El paso de un paquete legislativo presidencial por la Cámara de Representantes produce casi siempre adherencias clientelistas o ideológicas. Pero la autoridad presidencial se demuestra en la capacidad para sortearlas, cosa que por el momento Obama no está superando con mucho éxito. El problema más serio es que los republicanos y los ‘blue dog democrats’ (nombre con el que se conoce a la derecha económica del partido progresista) quieren un paquete tan recortado como sea posible en inversiones e incrementado en cambio en exenciones de impuestos. Se trata de decantar hacia la derecha el mix de estímulos, cuando el problema es quizás la propia envergadura del paquete de inversiones que debiera ser mucho mayor según economistas como Paul Krugman.

El paquete se halla ahora en la friolera de 920.000 millones de dólares, pero el corte que preparan los senadores es de unos 80.000 millones, lo que vuelve a situarlo casi en las mismas cifras con que entró en el Congreso. Obama está echando toda la carne en el asador para conseguir su rápida aprobación, intentando imitar, aunque hasta ahora sin mucho éxito, lo que hizo Roosevelt solo llegar a la Casa Blanca en plena Gran Depresión. El legendario presidente tardó sólo cinco días desde la toma de posesión en conseguir la aprobación de su primera medida legislativa, pero el consenso suscitado en aquellas circunstancias especiales apenas permitía distinguir entre las posiciones de los demócratas y de los republicanos. Uno de sus colaboradores aseguró entonces. "El capitalismo se ha salvado en ocho días".

Obama está encontrando muchas más dificultades a la hora de crear el consenso bipartidista, a pesar de que los datos que se van conociendo sobre la evolución de la economía norteamericana y mundial son cada vez más preocupantes y requerirían superar los partidismos. Pero además, como señala el propio Krugman, ha encarado la crisis de forma excesivamente prudente y conservadora, sin romper la dialéctica entre la derecha contraria a los impuestos y la izquierda socialdemócrata en un momento en el que lo que interesa es un incremento brutal del gasto público que actúe como un gigantesco revulsivo contra la depresión. David Brooks, en el New York Times, asegura que Obama constituye una auténtica novedad en cuanto a estilo, al que llama transformacional, pero es muy tradicional en cuanto a contenidos políticos propios de un demócrata. Brooks lo dice para pedir más recortes de impuestos y menos impulso a la economía con inversiones públicas, es decir, para argumentar a favor de seguir las políticas que han llevado a la actual situación; pero su diferenciación entre estilo transformacional y contenidos convencionales me parece bastante acertada y útil para comprender las dificultades que está encontrando para imponer una política propia por encima de las tendencias y grupos de presión demócratas: la apelación a la claúsula Buy American (compra productos nortamericanos), luego matizada, es una buena muestra.

Tanto se la juega Obama estos primeros días que ya ha empezado un debate soterrado, y totalmente prematuro, sobre si será un presidente de un mandato o de dos. Hay quien considera que sólo si saca a Estados Unidos de la recesión podrá presentarse por segunda vez y quien piensa en cambio que será la universalización del derecho a la salud prometida en su campaña la que le abrirá las puertas a una estancia de ocho años en las Casa Blanca o le condenará si no se consigue a quedarse con un único mandato. De momento lo único que sabemos es que encara los primeros momentos realmente decisivos de su presidencia.

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Lluís Bassets

Lluís Bassets (Barcelona 1950) es periodista y ha ejercido la mayor parte de su vida profesional en el diario El País. Trabajó también en periódicos barceloneses, como Tele/eXpres y Diario de Barcelona, y en el semanario en lengua catalana El Món, que fundó y dirigió. Ha sido corresponsal en París y Bruselas y director de la edición catalana de El País. Actualmente es director adjunto al cargo de las páginas de Opinión de la misma publicación. Escribe una columna semanal en las páginas de Internacional y diariamente en el blog que mantiene abierto en el portal digital elpais.com.  

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