Lluís Bassets
Obama presentó ayer su equipo económico. Todo lo que ha hecho hasta ahora va en la misma dirección: las expectativas cada vez son mayores, casi tanto como las dificultades que van surgiendo o que se anuncian. Quiere ser el Gobierno de los mejores. También el Equipo de los Rivales: cuatro candidatos a las primarias presidenciales se sentarán en el gabinete: Joe Biden, Bill Richardson, Hillary Clinton y el propio Obama. Esta expresión viene de los tiempos de Lincoln. Como el Banco de Cerebros (Brain Trust) de Roosevelt. O los mejores y más brillantes (The Best and the Brightest) acuñados por David Halberstam para la Administración Kennedy. Hay ambición, hay talento y, sobre todo, hay un proyecto de rectificación histórica que requiere el concurso de todos lo esfuerzos, republicanos incluidos.
Alto, muy alto está el listón. Enormes son las esperanzas de los votantes y ahora ya de los ciudadanos. También del mundo. Y extraordinarias las ilusiones de los socios y amigos. Las comparaciones de los comentaristas son colosales, fácilmente presa de la exageración. El espacio para el desencanto y la decepción, que muy rápidamente se traduce en rencor y desprecio, es ancho y largo. Ya vemos quienes dan la pauta para medir su talento y su comportamiento, los mejores presidentes de Estados Unidos, tres personajes que han dejado una marca indeleble en la historia del país, todos ellos situados en la parte más alta de lista de las grandes personalidades y uno de ellos, Lincoln, probablemente el mejor y el de una presidencia más transformadora. Dos murieron asesinados, el tercero murió de enfermedad. Los dos mayores hitos de la historia trepidante de Estados Unidos se asocian a dos de ellos. El otro ha sido el que más ha hecho soñar y el que más promesas y esperanzas suscitó.
Pero ahora quiero tomar nota aquí del mayor y más profundo elogio que yo haya leído sobre el presidente electo de Estados Unidos, Barack Obama, porque ha sido publicado el domingo en el diario madrileño conservador Abc con la firma de alguien tan respetado y respetable como el filósofo barcelonés Eugenio Trías. Obama "ha sabido descifrar el código genético de nuestro tiempo"; "…la aparición de este personaje en el escenario político parece revalidar el Principio Esperanza"; "el viejo sueño de una Edad del Espíritu que sirve de idea regulativa resplandece en el horizonte". El artículo de Trías es toda una lección de filosofía de la historia, que le permite presentar a Obama como encarnación de lo que Hegel llama el ‘individuo universal’, que es precisamente quien sabe interpretar y dar voz a su tiempo, de la misma forma que su ‘doble siniestro’ también interpreta su tiempo pero impone de forma atroz esta interpretación al servicio de intereses particulares.
Julio César y Napoleón Bonaparte son las figuras que le sirven a Hegel para explicar esta figura histórica. Para Trías son Roseevelt, Kennedy y ahora Obama, que en su caso lo consigue con "una maestría deslumbrante". El doble siniestro se encarna en Hitler y Stalin en el siglo XX, que imponen los intereses particulares de raza o de clase y, atención, en el siglo XXI George W. Bush, que lo hace con "los delirios de su pequeño equipo ultramontano". No voy a decir más: léase el artículo "Donde arrecia el peligro", porque constituye una pieza también histórica, por quién la escribe, dónde la escribe y para quién la escribe, pero sobre todo por el qué, la calidad intelectual del texto y sus conclusiones, muy convincentes, aunque quienes nos dedicamos al periodismo nos veamos obligados a seguir como si fuera un juramento hipocrático una profesión de escepticismo que afecta a todos, Obama incluido, por supuesto.