Marcelo Figueras
La noticia es simple. El vocero de la NASA Jack Schmitt anunció que se acaba de bautizar a uno de los cráteres de la luna con el nombre de uno de los personajes más célebres de la literatura universal. El cráter Holden homenajea al narrador de The Catcher in the Rye, la novela de J. D. Salinger. En algún sentido, que ese agujero enorme de un astro remoto tenga hoy el nombre de Holden Caulfield tiene algo de justicia poética. A fin de cuentas en la rebeldía de Holden, eterno adolescente, existe un toque de misantropía. "La gente siempre aplaude por los motivos equivocados. Si yo fuese pianista, tocaría adentro del maldito armario", dice Holden en un pasaje de la justamente célebre novela. Ahora podría agregar: "O tocaría en la luna". Donde nadie lo importunaría ya -ni a él ni a su ermitaño autor.
Según la declaración de Schmitt que reprodujo el diario Página 12, el criterio con que se eligen los nombres de los cráteres es el de "hacer honor a aquellos hombres y mujeres que han llegado muy lejos en su afán de explorar los límites del esfuerzo humano". No me parece mal, aunque tampoco me disgustaban esos nombres poéticos al estilo Mar de la Tranquilidad. ¿Existirá ya un cráter Hamlet del que nunca me he enterado?
Seguramente a Holden le disgustaría la distinción. Pero yo no soy Holden y puedo darme el lujo de aplaudir.
Por todos los motivos equivocados, por supuesto.