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Blogs de autor

De transilvanos dominios

Por 24 de octubre de 2007 Sin comentarios

Xavier Velasco

La escritura nocturna y la diurna son bichos diferentes, y con frecuencia hostiles entre sí. En mi caso, los tengo en diferentes jaulas, aunque al final sean ellos quienes se dividen mi tiempo sin preguntar. Algunos entre mis seres queridos piensan que debería encontrar una manera de repartir el día entre ambas fieras y consagrar la noche a otros empeños, como sería el caso de conseguir dormir a horas decentes, pero siempre que intento no solamente no logro conciliarlas, sino que hasta las enemisto más. La novela se aferra a sus horas de sol, mientras el blog espera hasta la media noche para enseñar las garras y pelar los colmillos. No hay que tomarlo mal; así nos entendemos.

Cualquiera sabe que pasar noches leyendo o escribiendo difícilmente es una costumbre sana, como no sea para la bestia nocturna que se alimenta de este desvarío. Especialmente si la consigna es tóxica como la canción: Mucho para mí es tan poco… y poco no quiero más. Alguna vez oí a Chavela Vargas excomulgar a los que duermen de noche, pero justo es decir que lo hago menos por virtud que por vicio. Aunque eso sí, detesto hacerlo a solas. Hay en la noche demasiados cómplices para rondarla solo como cualquier coyote malcomido. Hoy mismo, por ejemplo, me he valido de cómplices como Astrud Gilberto y Elis Regina para ayudarme a creer que su noche es la nuestra y es preciso pasarla en intensa vigilia.

Hay una deliciosa sensación de derroche en la escritura nocturna. Sobra el tiempo, los límites se olvidan pasada cierta hora en la que uno se torna clínicamente inútil para apagar la luz. Porque incluso parando de escribir lo que menos se tiene son ganas de dormir. Es como si la fiera nocturna se regocijara robándole las horas a la diurna. O como si una y otra se las arreglaran para encerrarme entre ambas obsesiones, como lo harían dos amantes paranoides y además coordinadas. ¿Quién, no obstante, que viva entre los arrumacos de una amante nocturna y otra diurna puede sensatamente considerarse menos que privilegiado?

Escribir noche y día es también habituarse a vivir bajo una sensación de insuficiencia tardía. Nunca parece demasiado tarde, pero siempre podría ser más temprano. Pasa uno el tiempo en deuda consigo mismo, y todavía más con el juego de locos al que pomposamente llama trabajo. Todo lo cual no impide, por decir algo, hacer crecer la deuda invocando a Bebel Gilberto o Paula Lima y jugando un ratito a que es de día. Si de noche no hay reglas y todo se vale, ¿cómo no va uno a querer escribir a esas horas? ¿Es justo, inteligente, sano, beneficioso padecer de insomnio, cuando hay tantos caminos para disfrutarlo?

No tengo claro si debería seguir con el final de un concierto de Tony Bennett o el principio de uno de Hedwig and The Angry Inch. Afortunadamente la noche es lo bastante hospitalaria para que todo pueda caber en sus recovecos, y esa es otra ventaja para las palabras, que por algún motivo parecen más creíbles durante la parranda: ese tiempo que toma uno prestado sabiendo de antemano que no habrá de pagarlo. Lo bueno es que de noche cobra sentido lo que nunca lo tuvo; por eso no queremos que termine, tanto que hasta acudimos a quien sea con tal de estirarla. Y aquí estoy, estirándola, en compañía de Tom y Paula, que tampoco parecen tener sueño. Si ven a la novela, díganle que hace horas me fui a dormir.

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Xavier Velasco

Xavier Velasco entiende la novela como un juego inocente llevado por placer hasta sus más atroces consecuencias. Sintomáticamente, dedica las mañanas a meterse en problemas por escrito y las tardes a intentar resolverlos brujuleando entre calles y avenidas de la siempre auspiciosa ciudad de México. Disfruta especialmente de la amistad perruna, el olor de la tinta y el alquiler de scooters en ciudades psicóticas. Obtuvo en 2003 el Premio Alfaguara de Novela por Diablo Guardián y es autor de Cecilia (novela), Luna llena en las rocas (crónicas de antronautas y licántropos, Alfaguara, 2005), El materialismo histérico (fábulas cutrefactas de avidez y revancha, Alfaguara, 2004) y la novela de infancia Este que ves (Alfaguara, 2007). En su blog literario La leonina faena (www.xaviervelasco.com) afirma: "Nadie puede decir que una novela es suya si antes no se le ha dado por entero".

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