Marcelo Figueras
A veces me pregunto cómo sería aquella época en que los lectores esperaban la aparición del nuevo episodio de una ficción serializada; como los estadounidenses que aguardaban la llegada del barco que llevaba los últimos capítulos de The Old Curiosity Shop, de Charles Dickens, y que le preguntaban a los marineros aun antes de atracar: “¿Ha muerto la Pequeña Nell?” Pero no tengo muchas dudas al respecto, porque salvando las distancias históricas y tecnológicas, puedo entender la ansiedad y el dulce placer de una espera que es también dolorosa. Yo soy de los que espera cada semana la emisión del nuevo capítulo de la serie Lost.
Se trata de un arte que los escritores ya no practican, y que ha quedado por completo en manos de la gente que produce seriales o melodramas: el de terminar cada capítulo satisfaciendo al espectador y a la vez produciéndole deseos de saber más. Los creadores de Lost tienen claro que Dickens ha sido su precursor en la persecución de ese delicado equilibrio: en el último episodio de la segunda temporada, que acaba de ser emitido en los Estados Unidos, un personaje clave lleva siempre consigo un ejemplar de Our Mutual Friend. (Según declararon a The New York Times, se trataba de un homenaje a dos bandas: a Dickens, por las razones ya explicitadas, y a John Irving, otro discípulo del maestro, que dijo a la prensa que no había leído Our Mutual Friend “porque quería guardarse para el final” la única novela de Dickens que no ha leído aún.)
Yo mido mi semana de acuerdo a estas ficciones adictivas: el lunes, por ejemplo, no es el primer día de la semana laboral sino el día de Lost. Envidio a aquellos que, como el cineasta Marcelo Piñeyro, tienen la presencia de ánimo de esperar la salida de la temporada completa en DVD. (Parsimonia que esconde una glotonería peor que la mía, ya que se trata de tener a mano la temporada completa para poder ver capítulo tras capítulo sin parar.) Y manifiesto un cierto desprecio por aquellos que como mi amigo Nico Lidijover se los bajan de internet apenas los transmiten en USA; yo pretexto que los ven de manera horrible, con saltos e imagen granulada, cuando en realidad siento una terrible envidia porque no sé cómo bajármelos…
Lo que más me tienta de la idea de producir alguna vez para la televisión es el deseo de generar en otros esta ansiedad a la vez horrible y maravillosa que tanto disfruto como espectador. Mientras tanto me limitaré a tratar de producirla con mis novelas. Creo que en la nueva, La batalla del calentamiento, se me ha colado algo de esta intención. Y cada vez estoy convencido de que será un elemento clave en la novela que ya empecé a organizar. Lo ideal sería poder editarla en partes; ya sé que el esquema es anacrónico, ¡pero a Stephen King no le fue nada mal con The Green Mile!
(PD I: mientras escribo esto, jueves por la tarde, soy consciente de que en el fondo de mi mente existe la consciencia de que hoy es el día E.R., serial que vengo siguiendo adictivamente desde hace, ugh, er… ¡doce años!).
(PD II: a veces me pregunto si lo que más me gusta de este blog no será el mecanismo adictivo, la generación de una curiosidad diaria. Ya sé que se los ha usado alguna vez para colgar ficciones serializadas, pero en general están teñidas de una modernidad que parece inevitable dada la propia modernidad del medio. Lo que me pregunto es si un blog no sería el mejor medio posible para colgar una ficción adictiva con corazón decimonónico…).