Xavier Velasco
Hoy desperté creyendo que Afrodita del Carmen al fin iba aflojando ese prurito defensivo que persistentemente la separa de mí. Me había dicho ayer, con una sonrisilla desbordante de simpatía, que yo era el hombre más civilizado que conocía. Una afirmación algo temeraria, por no decir flagrantemente inverosímil, pero quise atribuirle buenas intenciones. Como que esos detalles le dan a uno emoción.
—¿Sabe usted lo que son los falsos amigos, colega? Esas palabras que suenan o se escriben igual en dos idiomas distintos, y uno cree por error que significan la misma cosa. Es el caso de "simpatía" y "sympathy", hay millones de tiernos que todavía se identifican con Mick Jagger por aquello de Sympathy for the Devil. Pero no es simpatía, es piedad. O sea que yo a usted no le sonreí desbordando simpatía, sino sympathy. Me dio penita verlo tan contento, yo nunca dije que usted fuera civilizado.
—Lo dijiste, Afrodita —me defendí, vehemente, como haría un falso amante despechado.
—Es la tercera vez que se lo explico, la palabra "civilizado" es un falso amigo de "sybilizado", que es lo que creo que le pasa a usted. Entre más lo conozco, mejor voy conociendo a sus dobles. No me diga que nunca leyó Sybil…
—¿El de la chica de las dieciséis personalidades? ¿Tengo cara de haberlo leído?
—Dígame la verdad, ¿lo compró o se lo regalaron?
—No sé. No lo recuerdo. Me lo robé, tal vez.
—No me mienta, colega. ¿A qué edad lo leyó?
—Tendría quince años, dieciséis.
—¿Se lo recomendó alguien? ¿Cuánta la gente le dijo "tú deberías leer ese libro"? Un hombre tan sybilizado como usted no va a olvidar así como así cómo fue que llegó a sus manos tamaño espejo de cuerpo entero.
—Era muy malo. Yo lo leí esperando dieciséis protagonistas, y al fin la mayoría no llegaba ni a personajes secundarios. ¿Por qué cada paquete de un litro de leche trae un litro de leche, el de un kilo de arroz un kilo de arroz, y al libro de las dieciséis personalidades le falta cuando menos la mitad? Hay gente que se va a la cárcel por eso.
—Otros todavía se quejan porque Pregúntale a Alicia no traía un apéndice con direcciones y teléfonos de proveedores. En fin, colega, el hecho es que a usted le regalaron el libro, específicamente ese libro, o cuando menos se lo recomendaron mucho, precisamente a usted. ¿Por qué? Pues por sybilizado. Por eso ahora ejerce una profesión sybilizada y vive en una ciudad sybilizada.
—No sé si sobreviviría en otra. En mi experiencia, es la más libre del mundo. La única que está teniendo éxito en la implementación del programa Tolerancia 1000. La única donde todos los reglamentos son rigurosamente opcionales. La única que soporta a los chilangos.
—¿La única o las únicas? ¿Cuántas ciudades son, colega? Y usted está aceptando que no puede vivir lejos de aquí. Quiero decir, ustedes están aceptando. A los sybilizados se les habla en plural, pa’ que se ubiquen.
—¿Tú no eres de aquí, Afrodita?
—Mi origen es mimético y configurable, colega. Ahora que si me orienta, puede que en un futuro lo entienda mejor. Por su bien, claro está, aunque no me comparta sus regalías.
—¿O sea que según tú necesito explicarte la sutil diferencia que separa a sybilización de barbarie?
—Explíquesela usted, colega. Quiero decir, ustedes. Yo soy sólo una musa de temple ecuatorial trabajando en una ciudad multipolar. Ya me dirá mañana cuántos vamos a ser.