Xavier Velasco
El día que por fin lo entrevisté (Laberinto, agosto de 2006), evité confesarle que llevaba veinte años esperando el momento. Como suele ocurrir con las entrevistas, las mejores preguntas me llegaron muy tarde, cuando ya transcribía sus respuestas, pero al cabo encontré, mientras lo ponía todo en blanco y negro, que como es su costumbre Carlos Fuentes había respondido a más preguntas de las que creo haber hecho, preocupado como estaba porque mi teléfono cumpliera dignamente como grabadora. A dos años de entonces, reproduzco las líneas en las que se aparece el Fuentes que -lector agradecido, Escorpión vigilante- creo haber conocido en todos estos años de bucear vorazmente en su trabajo. Feliz cumpleaños, Fuentes.
"Todos traemos un águila, y la serpiente es la cruz. No quiero decir que nuestra historia esté predeterminada por la fundación de Tenochtitlán, pero sí hay un retorno de los símbolos, y de las actitudes que los símbolos encarnan. No hay en el fondo símbolos vacíos, un símbolo siempre está sostenido en una materialidad de algún tipo. Incluso psicológica, anímica, o física, pero estos símbolos nos persiguen. Me llama la atención que en el Mundial de futbol se hable del "equipo azteca". Siempre somos los "aztecas", y que yo sepa no tengo nada de azteca. Creo que mi nacionalidad o mi vida comienza con la conquista española, soy descendente más de Hernán Cortés y la Malinche que de Moctezuma y sus concubinas. Me siento más lejano de ese mundo, pero siempre me están llamando "el escritor azteca". Persiste la fundación de México en la simbología mundial, y es muy fuerte, y no puedes decir: Yo no soy azteca, yo soy un hijo de la chingada que desciende de la Malinche y Hernán Cortés, por favor no me cambien el patrimonio. Mi padre es de Veracruz, mi madre de Mazatlán. No soy de la Meseta Sangrienta."
"¿Cómo vamos los mexicanos a ser violentos? Nosotros somos amables. Es un doble disfraz, disfrazas al mundo y a ti mismo de paso. Ahí están la literatura, el cine, la música, para decir: "No, la verdad es ésta". Cuando se habla de la función de las artes, yo acostumbro decir que escribir es inútil, pero en el fondo sé que se está conformando otra verdad alternativa, un mundo al lado del mundo que vemos y que está ahí para quien quiera verlo y recordarlo, y a la larga es el que se recordará, el mundo actual no va a ser recordado. El gabinete de Fox, ¿quién lo va a recordar dentro de cien años? México es para vivir novelas, pero no las puedes escribir. No te lo permiten los horarios, los cuates, las comidas, la política, nada… ¿En Londres tú crees que me importa lo que le pasa a Tony Blair? Me importa un pito. Pero en Londres tengo una vida muy ordenada, que me permite escribir mucho porque me levanto a las seis de la mañana, aquí me acuesto a las seis de la mañana."
"Si eres un buen escritor, te inventas problemas. Dices: Ahora tengo que saltar esa barrera, no me voy por este caminito que me consagra (y es muy fácil, y me van a aplaudir y hasta puede que gane dinero), sino que voy a tratar de brincar el muro. Que está coronado de vidrio, además, y de espinas. Hay que brincar ese muro, y si no está tienes que construírtelo tú mismo, para que valga la pena lo que escribiste, porque si escribes con llanura y comodidad, lo que salga va a ser una porquería, no va a tener el menor interés; mejor haz anuncios de publicidad, emplea tu talento en otra cosa, haz canciones, boleros… En la literatura o te inventas un obstáculo o no vas a escribir bien. Tienes que vencer un obstáculo, cada libro que escribes debe ser un obstáculo, y uno di-fi-ci-lí-si-mo de superar. Que el libro sea el resultado de ese obstáculo. Aunque todos podemos caer en la tentación de la facilidad, no lo eximo, pero cuando se escribe bien, se escribe contra la marea y contra la facilidad."
"Aquí yo me levanto todas las mañanas y tengo el enorme privilegio de ver los volcanes, a las siete de la mañana todavía el smog no los ha cubierto. Y se ve el Ajusco. Veo todas las montañas antes de empezar a trabajar, luego el día se arruina inevitablemente. Las montañas desaparecen, no las vuelves a ver. Antes me sucedía que escribía de noche porque no podía escribir de día. Tenía una jornada que suponía estar a las ocho de la mañana en la clase de derecho civil del Charro Cossío, en la Escuela de Jurisprudencia de San Ildefonso. Eso significaba levantarme a las seis de la mañana, irme a trabajar después en una oficina, luego llegar a mi casa, comer y sentarme a escribir La región más transparente, de cuatro a siete. Porque a las siete había chamacas, cocteles, fiestas, bares, cabarets, y ya te desvelabas, dormías cuatro horas, y a las seis de pie otra vez, para ir a estudiar derecho civil. De joven tiene uno mucho vigor, puede escribir una novela en medio de la farándula, el sexo, las oficinas, los estudios… Puedes hacerlo todo, pero no es suficiente; siempre te queda el gusanito de por qué no hice más, por qué no enamoré a Menganita, por qué no fui a bailar a tal lado."
"Yo tengo una manía, que es vivir con Balzac. En la época de la gran eclosión romántica francesa, al lado de Víctor Hugo. Me encantaría. Estar platicando con esos changos, tener los mismos amores, en un París que olía a caca de caballo, que tengan que curarte con un vaso, estar prendiendo velas toda la santa noche… No escogería otra época mejor."