Skip to main content
Blogs de autor

El peso del mundillo

Por 2 de junio de 2008 Sin comentarios

Xavier Velasco

El mundillo literario es 99 % mundillo y 1 % literario, recién ha dicho Carlos Ruiz Zafón. Temo que exageró. Ese uno por ciento parece demasiado. Siendo tan grande el mundo, no sé que hace la gente encerrada en mundillos. Creo que es antihigiénico, en principio; amén de improductivo y con cierta frecuencia contraproducente. Pocas novelas me resultan en tal modo infumables como aquellas donde todos los personajes son escritores, y como cree el autor que es natural sólo saben hablar de temas cultos. No dudo que haya quienes encuentren cierto esparcimiento en el jueguillo díscolo de encontrar quién es quién y qué chismes se cuentan en aquellas novelas escritas solamente para el consumo de unos cuantos implicados. Habrá también quien logre divertirse conociendo la vida íntima de los cisticercos. Pero lo que es a mí me da terror la idea de acabar escribiendo para el consumo interno de una pandilla que vive en permanente torneo intramuros para saber quién tiene más ancha la cultura, o más grande la obra, o más larga la lista de amigos encumbrados.

     Habemos quienes no servimos para eso. No es cuestión de principios, y ni siquiera de incapacidad, sino de vil pereza. Y tampoco es que allí falten los personajes interesantes, si más de uno practica la perversión de frecuentar mundillos e incidir en sus dimes y diretes. Conozco a varios grandes conversadores que pierden buena parte de sus encantos en cuanto pasan lista en el mundillo, donde las circunstancias les obligan a guardar esas formas que de otro modo se estarían pasando por el arco del triunfo. Hay en la mentirosa fraternidad de los mundillos culturales un tufo provinciano y defensivo que delata el horror al qué dirán en quienes menos tendrían que sentirlo. Cierto es que allí se mueven las pasiones, igual que se intercambian lealtades y se practica el trapecismo laboral, pero pasa que todos esos ingredientes servidos en un plato no siempre contribuyen a incrementar el apetito, ni alcanzan para calmar el hambre propia de quien trabaja en plena soledad y cuando sale lo hace en plan de murciélago. ¿Cuándo se ha visto que uno de estos animales chupe la sangre de otro de su especie? Esta sola objeción me basta para eludir el ambiente incestuoso de los mundillos. Por cochino, se entiende.

     I’m not a joiner, afirma Hank Moody a la hora de ser invitado a una cena de beneficencia para una causa afín al ecologismo. ¿Qué es exactamente un joiner, en términos sociales? El que se suma, porque quiere o requiere pertenecer a un grupo, o una causa, o una determinada provincia social. El entusiasta pronto. El trooper que navega de cocktail en cocktail y pasa lista en cada capilla. Me asombra que haya quienes tengan tiempo para tantas actividades extraliterarias, y aún se den el lujo de publicar libros. Algunos de ellos son mis amigos, pero cuando nos vemos suele ser más allá o a espaldas del mundillo, dondequiera que siga siendo posible carcajearnos un rato a sus costillas. ¿Cómo es que un narrador, cuyo trabajo es concebir y desarrollar mundos alternos y autosuficientes, puede sentirse de algún modo a sus anchas en un mundillo donde son más las poses que las obras y menos las pasiones que las conveniencias? Menos aún me explico qué haría un chupasangre merodeando precisamente los festines donde la hemoglobina es más pesada y menos nutritiva. Puede uno perder las páginas que acaba de escribir, pero ni siquiera eso sale tan caro como perder el tiempo en plan de joiner.

     No sabría describir con precisión el mundillo de marras. Cada vez que sospecho estar en él, me reconforto en la certeza de ser tratado por los habitués con las dosis de irreprochable cortesía que suele dispensarse a los fuereños, y hasta diría que sin la suspicacia que despiertan otros extraterrestres. He ahí la desventaja de ser narrador. Para inventarse un mundo más allá del mundillo, es preciso cambiarse de planeta.

profile avatar

Xavier Velasco

Xavier Velasco entiende la novela como un juego inocente llevado por placer hasta sus más atroces consecuencias. Sintomáticamente, dedica las mañanas a meterse en problemas por escrito y las tardes a intentar resolverlos brujuleando entre calles y avenidas de la siempre auspiciosa ciudad de México. Disfruta especialmente de la amistad perruna, el olor de la tinta y el alquiler de scooters en ciudades psicóticas. Obtuvo en 2003 el Premio Alfaguara de Novela por Diablo Guardián y es autor de Cecilia (novela), Luna llena en las rocas (crónicas de antronautas y licántropos, Alfaguara, 2005), El materialismo histérico (fábulas cutrefactas de avidez y revancha, Alfaguara, 2004) y la novela de infancia Este que ves (Alfaguara, 2007). En su blog literario La leonina faena (www.xaviervelasco.com) afirma: "Nadie puede decir que una novela es suya si antes no se le ha dado por entero".

Obras asociadas
Close Menu
El Boomeran(g)
Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.