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Cocinar hizo del mono un hombre

Por 2 de junio de 2008 Sin comentarios

Javier Rioyo

La cocina de las estrellas es un invento para ricos, políticos, empresarios y cargos públicos y echar de comer a los periodistas. La cocina es el medio. El cocinero es el mensaje. Habíamos conseguido lanzar un mensaje nuevo. Los españoles ya no éramos unos canijos comedores de patrióticas tortillas, ajos, paellas o gachas. Hace tiempo que no es así. Ya no somos canijos con mala leche -no es que estén abolidos, simplemente están en decadencia-, sino que somos un pueblo que come modernidad, experimento, deconstrucción y ciencia-ficción.

/upload/fotos/blogs_entradas/los_cocineros_ruscalleda_dacosta_berasategui_arzak_adri_y_arola_med.jpgDecía Montaigne que el hombre es un animal que guisa. Sí, pero también un animal que de vez en cuando levanta el hueso y atiza al mono que está cocinando diferente. No hemos cambiado tanto. Picasso también comía huevos fritos. Como Juan Mari Arzak. Y gambas a la plancha, como Ferran Adrià. Incluso callos, como Santi Santamaria. Sigue siendo más difícil cambiar de gustos culinarios que de religión o equipo de fútbol. Para ser buen cocinero es imprescindible tener memoria Y la memoria se alimenta con guisos de las madres, bocatas de la mili y cocidos populares. Hace unas noches, colado en una cena de casticismo progre y madrileño donde se proponía la refundación de izquierda desunida, tuve la sensación de volver a la prehistoria, antes de Arzak, mucho antes de Adrià. Allí, en aquel comedero de cuando fuimos progres, entre morcillas y codillos, entre cigarrillo y cigarrillo, se levantó Carrillo para aconsejar al bueno de Gaspar sobre la necesidad de soltar el lastre de la vieja izquierda: la grasa de los comunistas. Carrillo apuesta por la nueva cocina.

Bajamos grasa en el restaurante tan civilizado de Juan Miguel Sola, donde hasta la Casa Real tiene que esperar su turno. No había nadie de Comisiones Obreras, pero estaban muchos navarros ilustres, y uno de cuyo nombre no quiero acordarme, además de un grupo de emboscados intelectuales, arquitectos, escritores y gentes del cine que se sorprendieron con el brindis del presidente navarro. Aprovechó el pacharán para recordar que los vascos no eran un reino. Y que ellos tienen más gordos los espárragos. Se nota que estamos en plena guerra culinaria.

Esa misma noche, en Madrid, España, el gran cabreado y más grande cocinero Santamaria, volvió atizando donde más duele. Yo creo que Adrià y Santamaria están cada día más unidos por sus muchas discrepancias. Ellos, más la tropa vasca, representan a la cocina española. ¿A su pesar? ¿Los cocineros, como los peperos, son reinos de taifas? Decía Pla que "para comer tortilla en esta Península se requiere, demasiadas veces, una cantidad notable de patriotismo y fe en el país". ¿Aguantará nuestra selección de cocineros una tortilla española?

Artículo publicado en: El País, 1 de junio de 2008.

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Javier Rioyo

Javier Rioyo (Madrid, 1952) es licenciado en Ciencias de la Información. Periodista, escritor, director y guionista de cine, radio, televisión y dramáticos. Dirigió y presentó el programa semanal de libros Estravagario en TVE 2, con el que obtuvo el Premio Fomento a la Lectura 2005, concedido por la Federación del Gremio de Editores de España. También ha sido responsable de cultura y libros en el programa diario Hoy por hoy de la cadena SER. Es colaborador habitual de El País (escribe para el suplemento semanal Domingo) y de la revista Cinemanía. En televisión, Rioyo ha presentado el programa "El Faro" del canal Documanía y ha obtenido dos premios Ondas en Radio y uno en Televisión. Ha sido guionista de numerosos festivales de música para Canal+, así como de los premios Goya, y de diversos programas de radio y televisión. También coordinó los guiones para la serie Severo Ochoa. Ha dirigido y participado en cursos de Comunicación y Cultura en diversas universidades españolas. Formó parte del Comité Asesor de Alfaguara y ha sido jurado de festivales de cine y premios literarios en varias ocasiones. Es autor del libro Madrid: casas de lenocinio, holganza y malvivir (Espasa Calpe, Premio 1992 Libros sobre Madrid); y de La vida golfa (Aguilar, 2003). En 2005, con su productora Storm Comunicación, realizó la producción ejecutiva y el guión de Miracolo Spagnolo, un documental para la RAI sobre la llegada de José Luis Rodríguez Zapatero al gobierno y su primer año de legislatura. También dirigió y produjo Alivio de luto, un vídeo documental en el que entrevista a Joaquín Sabina; así como Un Quijote cinematográfico. En 1994 fundó la productora Cero en conducta, con José Luis López-Linares, con la que tuvo a su cargo el guión y la dirección de Alberti para caminantes (2003); y la producción ejecutiva y el guión del largometraje Un instante en la vida ajena (2003), que obtuvo el Premio Goya al mejor documental; así como de Tánger, esa vieja dama (2002). También ha codirigido con José Luis López-Linares el cortometraje Los Orvich: Un oficio del Siglo XX (1997), y los largometrajes Extranjeros de sí mismos (2001), nominado al mejor documental en la XVI edición de los Premios Goya; A propósito de Buñuel (2000); Lorca, así que pasen cien años (1998), nominado a los premios Emmy 1998; y Asaltar los cielos (1996), nominado a los premios Goya al Mejor Montaje, y ganador del Premio Especial Cine, de los Premios Ondas 1997.

En 2011 fue nombrado director del centro del Instituto Cervantes de Nueva York en sustitución de Eduardo Lago.​ Ocupó el cargo hasta septiembre de 2013, cuando fue sustituido por Ignacio Olmos.​ En 2014 fue nombrado responsable del centro del Instituto Cervantes en Lisboa.​ En febrero de 2019 deja el cargo y pasa a dirigir el centro de Tánger de la misma institución.

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