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Blogs de autor

Al inicio de un lunes abstinente

Por 3 de diciembre de 2007 Sin comentarios

Xavier Velasco

Paso los días posteriores a la FIL entre la catatonia y la catalepsia. Duele verse de vuelta en la rutina, sin el tremendo lobby por escenario y aquel guión divertido que tomaba lo excepcional por cotidiano. Bajo, pues, hasta la cocina, como quien hace un esfuerzo titánico, bendiciendo a los canes porque sin ellos no tendría a quién saludar. Los saludo de beso, además, como corresponde a las familias plenamente funcionales. Afortunadamente no vamos a misa. 

Conozco dos maneras de salir de este estado lamentable. Una es vivir activamente un gran romance, la otra consiste en sentarse a escribir. Y en fin, que aquí estoy ya, cuesta arriba del limbo hacia la realidad de las palabras. Ante los numerosos problemas técnicos que suponía declarar al Hilton de Guadalajara república independiente y soberana, me exilio de regreso en la recámara por cuyo balcón entra ese sol invernal que suele quemar más de lo que calienta. ¿Quién dijo que un huraño regular no podía sufrir los rigores del síndrome de abstinencia social? 

Vivo en un espacio del más puro desinterés social, e incluso de interés antisocial. Mi ventana mira hacia una barranca de la cual sólo suelen venir el canto de los pájaros, el zumbido del viento y los ladridos de los perros vecinos, que noche a noche se confabulan con los de aquí para brindar cantatas destempladas y entrañables. La calle está detrás de una doble reja, por la que sólo pasan vecinos, invitados y repartidores. Equivale a vivir escondido, agazapado en una orilla de la realidad desde la cual parece aún más necesario reinventarla. Que es lo que estoy tratando de hacer aquí, en Tetelpan, San Ángel, ciudad de México, al comienzo de un lunes sin tequilas ni piñas coladas ni carcajadas largas a deshoras. 

/upload/fotos/blogs_entradas/voto_chavez.jpgCinco de la mañana del lunes. Según parece, Chávez y su SS-XXI perdieron en las urnas una suerte de intento de fujimorazo. Con todo ese armamento a su disposición, bien podría despertarse tentado a dar el fidelazo final. De repente, los lunes se parecen a una emisión de ocho horas de Aló Presidente. Largos, huecos, tiránicos, imponen el imperio del cuartel sobre la libertad de los instintos. Si un jueves cualquier cosa puede pasar, el lunes sólo importa lo que debe pasar. Ahora mismo, no pocos infelices prenden la luz y dejan las sábanas calientes con el humor del presidente Chávez luego del referendo perdido. Quién tuviera una fábrica de Kaláshnikovs… 

Hay un cierto placer voluntarioso en la manía de escribir a deshoras. Es como darle un golpe de estado al lunes, subvirtiendo de entrada la rutina con la que pretendía extorsionarme. "La columna diaria es la tumba del novelista", me advirtió hace unos días Arturo Pérez-Reverte, y le he dicho que me defiendo de eso habitando esta especie de doble vida que me tiene de noche en un hogar y de mañana en otro, sin llegar más allá del balcón (cuando ya pega el sol y al fin trabajo a mano, como en los días de escuela). 

No es fácil, sin embargo, despertar al novelista, que encuentra toda suerte de pretextos para tenderse tieso, la pluma en una mano y el cuaderno en la otra, frente al sol. Entre la catatonia y la catalepsia. Supongo que así me veían los profesores cada vez que me daba por fugarme virtualmente del aula sin siquiera el pretexto de estar escribiendo. El novelista no despierta; resucita. Y eso cuesta trabajo, finalmente. 

Lo resucité el sábado, a empujones. Contaba ya con el poder corruptor de Guadalajara, de modo que empujé con todas mis fuerzas para pasar de la segunda página. Y tal vez todo esto no sea sino el manifiesto del novelista, que desde su trinchera matinal reafirma a gritos la resurrección de su carne. Sé que este blog sería más alegre si me entregara a la vida social, pero he aquí que el narrador ha vuelto de la tumba para imponer el putsch que le devuelve poderes especiales sobre mis actos por tiempo indefinido. Las seis de la mañana: de aquí al próximo ocaso, el inquilino transilvano reclama su sarcófago. Blog out.

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Xavier Velasco

Xavier Velasco entiende la novela como un juego inocente llevado por placer hasta sus más atroces consecuencias. Sintomáticamente, dedica las mañanas a meterse en problemas por escrito y las tardes a intentar resolverlos brujuleando entre calles y avenidas de la siempre auspiciosa ciudad de México. Disfruta especialmente de la amistad perruna, el olor de la tinta y el alquiler de scooters en ciudades psicóticas. Obtuvo en 2003 el Premio Alfaguara de Novela por Diablo Guardián y es autor de Cecilia (novela), Luna llena en las rocas (crónicas de antronautas y licántropos, Alfaguara, 2005), El materialismo histérico (fábulas cutrefactas de avidez y revancha, Alfaguara, 2004) y la novela de infancia Este que ves (Alfaguara, 2007). En su blog literario La leonina faena (www.xaviervelasco.com) afirma: "Nadie puede decir que una novela es suya si antes no se le ha dado por entero".

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