Víctor Gómez Pin
Es bien sabido que el miedo a infringir la corrección política en materia de diferencia de sexos ha perturbado hasta extremos de corrupción el vocabulario. Ello es sobre todo perceptible en la clase política, pero no exclusivamente. Si hace unos años un mandatario en Sevilla provocaba la hilaridad al dirigirse a los miembros del cuerpo consular con la expresión " cónsules y cónsulas", un colega en tareas filosóficas se curaba en salud (hace ya más de un decenio) contra virtuales acusaciones de sexismo recurriendo para referirse a los miembros de la comunidad de hombres y mujeres, al término que el creía neutro, de "humanes".
Como cada vez que la lucha efectiva contra aquello que margina a una comunidad de personas (sea o no a través del lenguaje) se sustituye por estéril denuncia meramente ideológica, cuya única ventaja es la de sentirse situados del buen lado, comprobar como una y otra vez los hablantes siguen pasiva y a- críticamente estas convenciones lingüísticas, produce simplemente hastío. Pues bien:
Un amigo me hace llegar un texto sobre los participios activos de los tiempos verbales ( escrito al parecer por una profesora de instituto y que supongo debe estar ya circulando en Internet);texto cuya parte central me limito sin comentarios a transcribir aquí:
"El participio activo del verbo atacar es "atacante"; el de salir es "saliente"; el de cantar es "cantante" y el de existir, "existente". ¿Cuál es el del verbo ser? Es "el ente", que significa "el que tiene entidad", en definitiva "el que es". Por ello, cuando queremos nombrar a la persona que denota capacidad de ejercer la acción que expresa el verbo, se añade a éste la terminación "-nte".
Así, al que preside, se le llama "presidente" y nunca "presidenta", independientemente del género (masculino o femenino) del que realiza la acción.
De manera análoga, se dice "capilla ardiente", no "ardienta"; se dice "estudiante", no "estudianta"; se dice "independiente" y no "independienta"; "paciente", no "pacienta"; "dirigente", no dirigenta"; "residente", o "residenta".
Y ahora, la pregunta del millón: nuestros políticos y muchos periodistas (hombres y mujeres, que los hombres que ejercen el periodismo no son "periodistos"), ¿hacen mal uso de la lengua por motivos ideológicos o por ignorancia de la Gramática de la Lengua Española? Creo que por las dos razones. Es más, creo que la ignorancia les lleva a aplicar patrones ideológicos y la misma aplicación automática de esos patrones ideológicos los hace más ignorantes (a ellos y a sus seguidores).
Lamento haber aguado la fiesta a un grupo de hombres que se habían asociado en defensa del género y que habían firmado un manifiesto… Algunos de los firmantes eran: el dentisto, el poeto, el sindicalisto, el pediatro, el pianisto, el golfisto, el arreglisto, el funambulisto, el proyectisto, el turisto, el contratisto, el paisajisto, el taxisto, el artisto, el periodisto, el violinisto, el taxidermisto, el telefonisto, el masajisto, el gasisto, el trompetisto, el violinisto, el maquinisto, el electricisto, y sobre todo el machisto."