
Víctor Gómez Pin
El poeta Lenski presenta a su amigo Oneguin en la casa de su prometida Olga, hermana de Tatiana. En un baile con motivo del cumpleaños de esta última, Oneguin coquetea con Olga con el mero fin de fastidiar a Lenski por haberle embarcado en esa fiesta tediosa y provinciana. Sintiéndose traicionado, Lenski reta a su amigo a duelo: tal es la peripecia central de la narración de Pushkin "Eugenio Oneguin", adaptada a la ópera por Chaikovski.
"El hábito es un don del cielo para sustituir a la felicidad", dice la madre de la protagonista, evocando los años pasados junto a su esposo. Su hija Larina Tatiana podrá decir lo mismo lustros más tarde en relación a su vida con el anciano príncipe Gremin a quien ha decidido guardar fidelidad, rechazando la exaltada invitación de Oneguin para seguirle. Oneguin llega simplemente tarde a la cita consigo mismo que supone el reconocimiento de su amor por Tatiana. De hecho le fue indiferente cuando la vio en su casa perdida en la provincia, y sólo al encontrarla en San Petersburgo, en el palacio de Gremin y unida a éste, le parece una mujer fascinante. Tatiana pregunta el por qué de este amor repentino y ella misma avanza la conjetura: ¿no será porque ahora es rica, poderosa y recibida en la corte?
Una vez más la obviedad del dinero marcando las almas. No es que Oneguin sea un arribista, ni que ande necesitado de dinero. Se trata simplemente de que tiene digamos "buen gusto". Se lo dice a sí mismo explícitamente: ¿cómo reconocer en este ser que resplandece en sociedad aquella provinciana con ridículas ensoñaciones literarias y que se le declaró por carta tras verle una sola vez?
El propio Chaikovski trabajó la novela de Pushkin para hacer el libreto de su ópera. Y desde luego no quiso dejar escapar esta verdad tan incuestionable como sombría de que el brillo mueve el gusto, ya se trate de oro literal o de oro algo más mediatizado y hasta sublimado. Divino tesoro literalmente es también lo que representa Tatiana para el acabado Gremin que, en su esplendorosa área, cuenta a Oneguin que hasta la aparición de la muchacha lo grisáceo de sus cabellos era perfectamente acorde con la tonalidad cenicienta de la atmósfera en que transcurría su vida. De hecho el destino de Tatiana parece marcado en la fiesta de su cumpleaños por la canción que le dedica un residente francés en esa provincia pérdida, cuyo estribillo dice (en la versión francesa del área, pues en Rusia la he oído adaptada a la lengua del país) "brillez, brillez… brillez belle Tatiana". ¡Cuánta bisutería en tal brillo¡ Y sin embargo… ¡qué conmovedora esta historia de Pushkin magníficamente adaptada por Chaikovski y Konstantin Shilovsky¡ Seguiré aun mañana ocupándome de ella.