Víctor Gómez Pin
El físico Erwing Schrödinger, celebre por las ecuaciones que en Mecánica cuántica llevan su nombre, sostenía que uno de los rasgos que singularizan a la civilización griega es la convención de que el conocimiento del orden natural transforma al que accede al mismo, pero no modifica el objeto u objetos conocidos (aspecto por el cual se establecería desde el origen una diferencia entre la ciencia, animada por objetivois de pura inteligibilidad y lo que hoy denominamos técnica). Schrödinger era tanto más sensible a las implicaciones de esta creencia, a su peso en la historia de nuestra relación con la naturaleza, cuanto que la disciplina que profesa tiene irrefutables pruebas de que no siempre la cosa es así, que en ocasiones el hecho de determinar una determinada propiedad de un objeto implica excluir que en ese objeto se de ya con precisión otra propiedad que antes tenía. Pero bueno es detenerse en la vertiente subjetiva del asunto, en el hecho siempre reconocido de que el conocimiento transforma al que accede al mismo, para preguntarme esencialmente: ¿hasta qué extremo?