
Víctor Gómez Pin
Recuérdese que mientras barajaba la conjetura de inscribirse en la filiación poética que le permitiría explorar, en el horizonte puro del lenguaje, modalidades de temporalidad que escaparían a la corrupción, el Narrador de la Recherche, al entrar en el salón de los Guermantes, se encuentra precisamente con seres humanos que sólo remiten a la desintegración en acto. Retomo un texto ya aquí trascrito, al menos en una ocasión:
"Y pude verme como en el primer espejo verídico hasta entonces encontrado, en los ojos de los viejos, que en su opinión seguían siendo jóvenes, como yo lo seguía siendo en la mía, y que cuando me ponía a mí mismo, en espera de un desmentido, como ejemplo de viejo, no tenían en sus miradas, que me veían de una manera diferente a como se veían a sí mismos, pero coincidente con la mía sobre ellos, ni un solo rasgo de desacuerdo. Pues nosotros no veíamos nuestro propio aspecto, nuestras propias edades, sino que cada uno, como un espejo invertido, veía tan sólo el del otro.
"Y sin duda, al descubrir que han envejecido, muchas personas se sentirían menos tristes que yo. Pues con la vejez ocurre lo que con la muerte. Algunos la afrontan con indiferencia, no porque tienen mayor valor que los demás, sino porque tienen menos imaginación. Además, un hombre que desde la infancia apunta a una misma idea, mas al que su pereza, y hasta su estado de salud, forzándole a postergar continuamente la realización, anula cada atardecer el día transcurrido en pura pérdida, de tal forma que la enfermedad que acelera el envejecimiento de su cuerpo, retrasa el de su espíritu, este hombre se encuentra más sorprendido y conmocionado al ver que no ha cesado de vivir en el Tiempo, que aquel que vive en sí mismo, se adecua al calendario, y no descubre de repente el total de los años cuya adición ha perseguido cotidianamente. Pero una razón más grave explicaba mi angustia; yo descubría esta acción destructiva del Tiempo en el momento mismo en el quería emprender la tarea de hacer transparente, intelectualizar en una obra de arte, realidades extra-temporales". ( p. 930)
Me detengo en la afirmación de que la enfermedad, sirviendo más bien de coartada para la pereza, al postergar la realización de la tarea, provoca en el Narrador la reacción defensiva consistente en abolir el día transcurrido. Abolición para el espíritu que no para el cuerpo, pues este último es entonces ya pura expresión de lo implacable del cambio destructor. Seguiré mañana con este asunto.