
Víctor Gómez Pin
Hace unos años dediqué un texto a Rita Levi-Montalcini, admirable científica italiana, Premio Nobel en 1986, resistente contra el fascismo y aún presidente de edad del Parlamento Italiano. Rita Levi-Montalcini tenía entonces 96 años, y continuaba entregada a la fascinante tarea de mostrar que el crecimiento y renovación de las células del sistema nervioso (cuyo mecanismo sintetizó en 1942 y designó con la expresión nerve growth factor) es perfectamente compatible con el hecho, no ya de que a los 40 años se investigue científicamente con total acuidad, sino que ello ocurra también a la avanzada edad de la científica de Torino.
Obsesión de nuestros días es la muerte celular, en particular de aquellas células vinculadas a las funciones más propias del animal singular que constituimos. La enfermedad de Alzheimer, la demencia senil, la enfermedad de Parkinson parecen ensañarse especialmente con las sociedades occidentales contemporáneas y hay incluso quien ve en ello algún tipo de justicia, la expresión de una suerte de igualdad ante el mal, puesto que se nos considera relativamente protegidos de esos males ancestrales que son la miseria y el hambre.
Cabe, sin embargo, conjeturar, que el Alzheimer o el Parkinson se hallan en nuestro tiempo y en nuestras sociedades simplemente más estudiadas, archivadas y consignadas. Sea como sea, una generalizada actitud positivista, o si se quiere pragmática, ante la enfermedad mantiene el discurso de que ésta es meramente el reflejo del tiempo, concretizado en el registro genético, y ello cualquiera que sea el tipo de enfermedad. Pues bien: a este respecto, Rita Levi-Montalcini nos proporciona un ejemplo, no ya de resistencia al mal, sino de esfuerzo por pensar lo bien fundado de esta resistencia, es decir, pensar en sus condiciones de posibilidad la plena vigencia de la actividad intelectual para un ser humano incluso con un siglo de existencia. Seguiré mañana con este asunto.