Víctor Gómez Pin
Se ha escrito en ocasiones que Marcel Proust jugaría en relación a la narrativa el papel que a Mallarmé se atribuye en relación a la poesía. No está de más recordar la concepción que de tal revolución tiene el propio Mallarmé en lo referente a la necesidad de escapar al "carcan" de la forma. Pero lo esencial está más allá. La no obediencia a reglas apunta a no obedecer simplemente a la limitación, a mostrar que efectivamente aquello que constituye a la vez el material y la causa final de la escritura se abre sobre un horizonte ilimitado, o por mejor decir, es en sí mismo apertura a un horizonte ilimitado. Cuando el lenguaje se propone describir el mundo físico, es imprescindible que responda a las cartesianas claridad y distinción. E incluso esta ha de ser también la exigencia cuando se trata de dar cuenta de rasgos psicológicos, cuando- por así decirlo- se trata de convertir el alma humana en objeto, es decir en correlato de ciencia o conocimiento. Pero tal no es el criterio cuando el lenguaje meramente apunta a sí mismo, ya sea apoyándose de entrada en lo que sí tiene consistencia, en lo que responde a la lógica de la objetividad, ya sea descubriendo sus cartas desde el primer momento.