Víctor Gómez Pin
La ciudad holandesa de Leyden ha sido desde los tiempos de Descartes cuna o lugar de acogida para numerosos pensadores, artistas y científicos. En 1917 Mondrian fundó junto a otros una revista que tuvo gran peso en la reflexión teórica sobre el arte del siglo XX, en su universidad investigó Einstein y enseñó el también físico H. Lorentz cuya cátedra hereda Paul Ehrenfest (1880-1933) quien en un artículo de 1927 consiguió establecer el límite clásico de la física cuántica, y de alguna manera justificar porque la realidad cuántica tiene digamos necesariamente una apariencia clásica, es decir: porqué lo discreto parece continuo, la incertidumbre intrínseca parece certeza y las meras expectativas de momento y posición evolucionan en el tiempo como si se tratara de efectivos momento y posición. A Ehrenfest se debe también la expresión "catástrofe ultravioleta" que designa retrospectivamente un fenómeno cuya no constatación tuvo una enorme importancia en los arcanos de la física cuántica.
En la que sería su esposa, la matemática rusa Tatiana Afanassieva, Ehrenfest encuentra no sólo una compañera sentimental sino también un partenaire en el trabajo reflexivo, escribiendo y publicando juntos en 1911 un artículo sobre los fundamentos conceptuales de algo que tiene tanto peso en la física cuántica como la aproximación estadística. Siendo Ehrenfest de religión judía y Afanassieva cristiana al no estarl aceptados en Austria-Hungría los matrimonios mixtos ambos renunciaron ambos a su religión. De los cuatro hijos que tiene con Tatiana, Wassik nace con el síndrome de Down, lo que forzará a procurarle una educación especial primero en la ciudad de Jena y luego a la llegada de los nazis al poder en 1933) en un instituto especializado de Amsterdam, lo cual genera gastos que son para un universitario difíciles de sufragar.
La devastación económica del 29 hace difícil sus planes de encontrar trabajo fuera de Leyde. Las tesis "eugénicas" de los nazis traducidas en un programa llamado Aktion T4 que comprende una "ley de esterilización eugénica" están ya desarrollándose e impregnan los espíritus dentro y fuera de Alemania. Ehrenfest estima que las circunstancias sociales en general y su propia situación económica en particular hacen muy difícil que su hijo enfermo pueda salir adelante y traza oscuros planes de acabar con la vida del muchacho…haciéndolo de paso con la propia. Cuando en 1933 pasa al acto, aparece una carta de meses atrás (nunca enviada y dirigida a Einstein, Bohr y otros físicos) en la que expone sus penurias económicas, y la imposibilidad de asegurar la existencia material de sus hijos. Confiesa que se concentra ya en los detalles técnicos de su suicidio, que sólo consumaría…si antes daba muerte al infortunado Wassik.
Hay sin embargo otra queja en esta carta que exige una precisión previa. Amigo personal a la vez de Einstein y de Bohr, en el fundamental coloquio de Solvay en 1927 (en la que se reúnen todos los grandes que están revolucionado la representación heredada de la naturaleza), Ehrenfest lamenta la radicalidad de la polémica entre ambos. Ehrenfest compartía con Einstein la convicción de que los principios de causalidad, determinismo y realismo debían de ser compatibles con las constataciones y previsiones cuánticas, aunque todo de momento pareciera indicar lo contrario, pero defendía tales tesis con menos radicalidad que Einstein y sobre todo tendía a estimar que la dificultad para encontrar inteligible lo que los artículos de relevancia iban poniendo de relieve se debía en gran parte a su incapacidad, llegando a confesar a sus alumnos que la lectura de las grandes revistas científicas de la época le deprimía. Todo esto va royendo su alma. En la carta encontrada tras su muerte, Ehrenfest confiesa haber renunciado a seguir luchando por entender lo que pasa en el universo de la física: "Lo he intentado una y otra vez, pero he tenido que abandonar. Esto me ha hecho perder la alegría de vivir".
Es obvio que en la tremenda depresión de Paul Ehrenfest tienen peso fundamental las vicisitudes por las que atraviesa y, con toda probabilidad, causas inconscientes que el mismo protagonista ignora. Variable de cierto peso fue quizás que su condición de científico no impidiera a Ehrenfest participar del sentimiento crítico respecto a las implicaciones sociales del peso creciente de la ciencia y la tecnología, en las cuales veía (como Henri Bergson y otros contemporáneos) suyos una potencial matriz de desarraigo: ese "desencanto" respecto al entorno natural, al que se refería Max Weber en Ciencia como vocación y que desde Wilhelm Dilthey es vinculado habitualmente a la explicación matemática del universo, a la que Hegel ya se había referido con la expresión "someter el espíritu a la tortura de convertirse en máquina"
Pero en cualquier caso, la segunda razón esgrimida en la carta a Bohr y Einstein no constituye una mera coartada. He evocado aquí en alguna ocasión lo que el profesor de física Chris J. Ishman ha designado mediante la expresión "potencia emocional de controversias teóricas". Ehrenfest no parece desesperar tanto de la ciencia, y de esa filosofía a la que él mismo veía que la física se veía abocada, como de su capacidad para enfrentarse a la una y a la otra. Un paso, y podría dudar de la legitimidad para tomar la palabra ante alumnos para quienes él encarnaba la fuerza que exige la dureza del pensar; un segundo paso, y el gran Paul Ehrenfest podría tener sentimiento de estar usurpando el papel del que sabe, sentimiento de la propia impostura.
He señalado aquí de múltiples manera que por la dureza misma del pensar, dejar de hacerlo puede encontrar coartada en las más variadas razones incluido el argumento escéptico según el cual pensar no vale la pena. Pero ello es muy diferente cuando manteniendo la tensión del pensamiento, se hace evidente que el esfuerzo es vano, cuando embarga el sentimiento de que la impotencia no es sobre un aspecto parcial sino el soporte mismo del pensamiento, la capacidad de simbolización. Paul Ehrenfest pasó quizás por esto y en tal extremo sintió que su el honor no consistía ya en intentar estar a la altura de la verdad, sino en asumir la imposibilidad de confrontación a la verdad. La alternativa en este caso se dirime entre el fin y el silencio. Ehrenfest eligió el fin.