
Víctor Gómez Pin
"Bajo los árboles del boulevard, en una oscuridad misteriosa, erraban figuras apenas reconocibles. A intervalos la sombra de una mujer que se acercaba, murmurándole al oído su disposición a acompañarle, provocaba en Swann un estremecimiento. Rozaba ansiosamente estos cuerpos oscuros como si entre los fantasmas de los muertos, en el reino de sombras, se hallara buscando a Eurídice."
Cuerpos oscuros de muchachas de la calle, cuerpos no susceptibles de apagar el sentimiento de abandono y desarraigo que produce en el protagonista la primera desaparición de la mujer que, desde ese mismo día, está condenado a amar. Y sin embargo todo lector de la Recherche sabe que ese amor de Swann, la tan frívola como ferozmente calculadora Odette de Crecy, sólo por la enferma sublimación de Swann puede interpretar el rôle de Eurídice.
Cierto es que también Swann es de hecho un simulacro de Orfeo, pues su relación con la música lleva la marca estéril de la erudición y cuando realmente la música le afecta se trata de "notas falsas producidas por dedos inexpertos en un piano desafinado". Ni qué decir tiene que tales dedos son las de la propia Odette, la cual sólo se distingue de las sombras del averno como una cocotte astuta se distingue de la muchacha de la calle o del prostíbulo de carretera.
La pericia para instrumentalizar el deseo de hombres poderosos, su instinto adaptativo y su férrea voluntad posibilitan que, a una edad imposible, cuando la muchacha del prostíbulo ha pasado como mucho a funciones de gerencia, la vieja cocotte continúe alimentando los escuálidos fantasmas de un amante, o de un esposo, anciano y en busca de una reconversión "como una tierra ya estéril para la viña sirve aun para el cultivo de remolacha". Amante o esposo al que -a la vez que traiciona- acaricia, consuela y en definitiva cuida, de manera rácana, "pues es mediocre en tal papel como en todos los demás".
Mediocridad de Odette de Crecy en todos los papeles de la vida, excepto en lo referente a la capacidad de medrar, de ocupar un lugar empapado por la luz dorada, luz a la que cada cosa del alma humana (erudición, arte, modales, afectos, deseos, creencias…) es permeable.
Dinero que es mi alma, dinero que, aun sin saberlo el protagonista, guía las palabras brutales de Swann con las que muestra su complacencia por haberse librado de su amor como quien se libra de una amenaza de ruina: "Y pensar que he gastado años de mi vida, que he deseado morir, que he hecho objeto de mi mayor amor a una mujer que, en realidad, no podía gustarme, que no era de mi estilo."