Víctor Gómez Pin
Como los bueyes de Laon subieron cristianamente hasta la colina donde la catedral se alza los materiales que sirvieron para construirla, el arquitecto los recompensó erigiendo sus estatuas al pie de las torres desde las cuales cabe todavía contemplarlos hoy, entre el sonar de las campanas y la estagnación del Sol, persiguiendo en el horizonte de las llanuras de Francia su sueño interior. Desgraciadamente, si no son destruidos, ¿qué no habrán llegado a ver en estos campos en los cuales al llegar la primavera ya solo florecen tumbas? Al tratarse de bestias, era todo lo que se podía hacer, ubicarlos así en el exterior, surgiendo como de un arca de Noé gigantesca que se habría detenido en éste monte Ararat, en medio del diluvio de sangre. (II, 1529)