
Víctor Gómez Pin
"Qué es lo que me sofoca y me abate? ¡Aire viciado, aire viciado! Algo indeseable se aproxima a mí. ¿He de respirar las entrañas de un alma quebrada?… ¿No es cierto que estamos dispuestos a sobrellevar un cúmulo de miserias, de privaciones, de intemperies, de enfermedades, de preocupaciones y de soledades? Somos en el fuero interno capaces de soportar todo ello, habiendo nacido para una existencia subterránea, una vida de combate. Pues en tal existencia siempre se acaba por volver a la luz, siempre se alcanza un momento dorado de victoria, y entonces uno se alza como aquello que fue en su nacimiento, infrangible, el espíritu tenso, apto a alcanzar nuevos objetivos más difíciles, más lejanos; vívido como un arco al que el esfuerzo tensa todavía más.
Mas de vez en cuando, protectoras divinas, si existís más allá del bien y del mal, otorgarme una mirada que yo pueda a la vez proyectar sobre alguien absolutamente pleno, realizado, feliz, triunfante: alguien de quien pudiera tener algo que temer. Una mirada sobre un hombre que justifique al hombre, una mirada sobre un viento de felicidad, que otorgue al hombre su complemento y su salud y gracias al cual cabría conservar la fe en el hombre… Pues he aquí la situación: la pusilanimidad y la equiparación por lo bajo del hombre europeo constituye nuestro mayor peligro: este espectáculo apaga el alma… Si, el destino fatal de Europa está ahí. Habiendo cesado de inquietarnos ante el hombre, hemos cesado de amarlo".
Expongo aquí sin comentarios este texto de Nietzsche con el que ahora tropiezo, sin saber muy bien cuando lo usé ni tener la seguridad de quien lo tradujo.