Víctor Gómez Pin
Hace unos años en un programa cultural de radio, dedicado en esa ocasión a la filosofía, el entrevistador, defensor de la presencia de una mayor presencia de esta disciplina, no ya en la enseñanza sino en la sociedad, me incitó a reivindicar una mayor implicación de los poderes públicos en la formación de profesionales. Mi respuesta fue matizada, pues tras manifestarle que no podía estar más de acuerdo, añadí con algo de socarronería que, desde el punto de vista del ciudadano en general, era importante que los demás tuvieran una vida sexual y espiritual ricas, pero que más importante era que tal fuera en primer lugar su propio caso. Manera de decir que la exigencia filosófica le concierne a todo el mundo en general y cada uno en particular, que no es satisfactorio el pensar que otros -se supone que los finos- responden plenamente a ella. Y lo que digo de la filosofía es ampliable al arte y a la ciencia y en general a todas las modalidades de fertilización del espíritu.
Pierre- Louys Rey y Brian Rogers, co-editores de la edición parisina de de En busca del Tiempo perdido ( La Pléiade 1989) finalizan su estudio relativo al último libro, El Tiempo reencontrado, con la siguiente frase: "El Tiempo reencontrado se dirige a la individualidad creadora de cada uno de nosotros y, más aun que una invitación a leer, constituye una invitación a escribir".
Quisiera completar esta invitación con la siguiente frase de T. S. Eliot: "Pero no hay competencia, sólo existe la lucha por recuperar lo que se ha perdido y reencontrado y vuelto a perder mil veces"