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Lo común de los hombres

Por 26 de junio de 2020 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Víctor Gómez Pin

Es obvio que mediante el procedimiento de vehicular información los individuos forjan una comunidad. Pero no toda comunidad es lo común de los hombres. No lo es obviamente la comunidad que constituye un grupo organizado de animales: manada depredadora, o enjambre de abejas. Este segundo caso tiene para esta reflexión la ventaja de referirse a un animal que ha pasado por emblemático en la historia evolutiva, por lo preciso de su sistema de transmisión de información. Sin embargo, hace ya seis decenios que el lingüista Émile Benveniste, a la vez que expresaba su admiración por la existencia en la naturaleza de un código de señales tan prodigioso, ponía de manifiesto que el mismo nada tiene que ver con el lenguaje propiamente dicho, es decir, el lenguaje humano.
 
¿Y cuál es el argumento que sustenta tan radical posición? Pues simplemente lo siguiente: siendo el lenguaje humano algo que efectivamente en ocasiones sirve para compartir información, no es esa su función esencial. No es tarea del lenguaje poner en contacto a seres que podrían ser contactados por otro medio, sino re-producirse en seres animados que tienen el singularísimo estatuto de potenciales seres de palabra. 
 

La comunidad que el lenguaje humano forja no se constituye a través de individuos pre-existentes (hombres que aun no hablarían, hombres antes de serlo). El lenguaje mismo es tal comunidad y los individuos son literalmente la materia a través de la cual adquiere forma. Evocaré al viejo Heráclito:
"Los que al hablar buscan adecuarse a lo inteligible han de buscar aquello en que todos coincidimos… Sin embargo resulta que "En lugar de seguir lo inteligible que marca el logos, la mayoría vive como si tuviesen sabiduría propia – idian prhonesin.

El logos sería aquello en lo que todos estaríamos de acuerdo, mientras que siguiendo cada uno su criterio no salimos de lo propio (idios), es decir, no pasamos de un estado de idiotez, en el sentido etimológico pero también en el que nosotros le acordamos.

Es sencillo: entre los sistemas de comunicación está una función del lenguaje, pero este como tal va más allá del círculo de tales sistemas. No se incluye el lenguaje en la capacidad de trasmitir información que la historia evolutiva muestra por doquier. En ese sentido cabe efectivamente decir que algo en el lenguaje humano, eso de común que hay entre Edipo rey y Yerma trasciende toda idea evolutiva.

De ahí que hablar propiamente, hablar con hondura, no consista en informar sobre acontecimientos (por cruciales que puedan ser en la vida de un hombre o de un grupo humano), sino dejar que la aflicción, la indiferencia o la euforia sean ocasión de que el lenguaje diga lo que ha de ser dicho.

No es el pathos de un hombre lo que se está expresando en las célebres líneas "No me podrán quitar el dolorido sentir, si ya del todo primero no me quitan el sentido"(Garcilaso "Égloga primera" 349-351).Por ello, cuando en nuestro tiempo se tiende a homologar los seres de lenguaje a los animales dotados de capacidad perceptiva y de un potencial para expresar información, se está simplemente reduciendo, literalmente rebajando el peso de aquello que nos hace ser, que nos diferencia en el seno de las especies. Y, como en otro lugar digo este atentado, que va más allá de la blasfemia (pues no ya decir ofensivo sino ofensa al decir mismo) , no quedará sin respuesta. En última instancia el lenguaje recurrirá al sueño para poner las cosas en su sitio. Pues al igual que no se puede desear lo que conviene, no cabe soñar lo que sería oportuno.

Nadie ignora que en el sueño el lenguaje manda y que la resistencia a obedecer se traduce en pesadilla.

 

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Víctor Gómez Pin

Victor Gómez Pin se trasladó muy joven a París, iniciando en la Sorbona  estudios de Filosofía hasta el grado de  Doctor de Estado, con una tesis sobre el orden aristotélico.  Tras años de docencia en la universidad  de Dijon,  la Universidad del País Vasco (UPV- EHU) le  confió la cátedra de Filosofía.  Desde 1993 es Catedrático de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), actualmente con estatuto de Emérito. Autor de más de treinta  libros y multiplicidad de artículos, intenta desde hace largos años replantear los viejos problemas ontológicos de los pensadores griegos a la luz del pensamiento actual, interrogándose en concreto  sobre las implicaciones que para el concepto heredado de naturaleza tienen ciertas disciplinas científicas contemporáneas. Esta preocupación le llevó a promover la creación del International Ontology Congress, en cuyo comité científico figuran, junto a filósofos, eminentes científicos y cuyas ediciones bienales han venido realizándose, desde hace un cuarto de siglo, bajo el Patrocinio de la UNESCO. Ha sido Visiting Professor, investigador  y conferenciante en diferentes universidades, entre otras la Venice International University, la Universidad Federal de Rio de Janeiro, la ENS de París, la Université Paris-Diderot, el Queen's College de la CUNY o la Universidad de Santiago. Ha recibido los premios Anagrama y Espasa de Ensayo  y  en 2009 el "Premio Internazionale Per Venezia" del Istituto Veneto di Scienze, Lettere ed Arti. Es miembro numerario de Jakiunde (Academia  de  las Ciencias, de las Artes y de las Letras). En junio de 2015 fue investido Doctor Honoris Causa por la Universidad del País Vasco.

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