Víctor Gómez Pin
La comunidad que el lenguaje humano forja no se constituye a través de individuos pre-existentes (hombres que aun no hablarían, hombres antes de serlo). El lenguaje mismo es tal comunidad y los individuos son literalmente la materia a través de la cual adquiere forma. Evocaré al viejo Heráclito:
"Los que al hablar buscan adecuarse a lo inteligible han de buscar aquello en que todos coincidimos… Sin embargo resulta que "En lugar de seguir lo inteligible que marca el logos, la mayoría vive como si tuviesen sabiduría propia – idian prhonesin.
El logos sería aquello en lo que todos estaríamos de acuerdo, mientras que siguiendo cada uno su criterio no salimos de lo propio (idios), es decir, no pasamos de un estado de idiotez, en el sentido etimológico pero también en el que nosotros le acordamos.
Es sencillo: entre los sistemas de comunicación está una función del lenguaje, pero este como tal va más allá del círculo de tales sistemas. No se incluye el lenguaje en la capacidad de trasmitir información que la historia evolutiva muestra por doquier. En ese sentido cabe efectivamente decir que algo en el lenguaje humano, eso de común que hay entre Edipo rey y Yerma trasciende toda idea evolutiva.
De ahí que hablar propiamente, hablar con hondura, no consista en informar sobre acontecimientos (por cruciales que puedan ser en la vida de un hombre o de un grupo humano), sino dejar que la aflicción, la indiferencia o la euforia sean ocasión de que el lenguaje diga lo que ha de ser dicho.
No es el pathos de un hombre lo que se está expresando en las célebres líneas "No me podrán quitar el dolorido sentir, si ya del todo primero no me quitan el sentido"(Garcilaso "Égloga primera" 349-351).Por ello, cuando en nuestro tiempo se tiende a homologar los seres de lenguaje a los animales dotados de capacidad perceptiva y de un potencial para expresar información, se está simplemente reduciendo, literalmente rebajando el peso de aquello que nos hace ser, que nos diferencia en el seno de las especies. Y, como en otro lugar digo este atentado, que va más allá de la blasfemia (pues no ya decir ofensivo sino ofensa al decir mismo) , no quedará sin respuesta. En última instancia el lenguaje recurrirá al sueño para poner las cosas en su sitio. Pues al igual que no se puede desear lo que conviene, no cabe soñar lo que sería oportuno.
Nadie ignora que en el sueño el lenguaje manda y que la resistencia a obedecer se traduce en pesadilla.