Víctor Gómez Pin
En cualquier caso haya o no principios ontológicos, principios reguladores de la arquitectura de la naturaleza, es muy curiosa la inclinación encarnada por la gran filosofía de reflexionarlos, ponerlos sobre el tapete, o mejor dicho sobre el pedestal, erigirlos en divinidad.
Poco antes de la aparición del libro de Ortega (pero como hemos visto bastante después de que fuera escrito) Heidegger se enfrenta a problemas análogos en el seminario del semestre de invierno que profesa en Friburgo (Der Satz vom Grund 1955-1956). Heidegger era amigo de Heisenberg y no podía no estar fascinado por las consecuencias filosóficas que se derivaban de las teorías de este último, precisamente en relación a la razón suficiente y otros principios sobre los que se había cimentado el edificio de la ciencia y de la filosofía.
La cuestión de los principios sigue siendo terreno ignoto. Abordarla sin recorrer a los principios mismos sobre los que nos interrogamos, abordarla sin armas, es tarea enorme. No es de extrañar que de alguna manera Ortega tirara la toalla.
"Un uso más elevado"… De la mecánica cuántica (los pintorescos argumentos del cardiólogo Van Lommel)
Hastiado Descartes de que una disciplina tan importante para la vida del espíritu como la matemática se encontrará reducida a mero cómputo al servicio de disciplinas con finalidades prácticas, clamaba por " un uso más elevado de la matemática", una vinculación de ésta a la filosofía, es decir a la exploración de las determinaciones conceptuales que darían cuenta de los fenómenos del entorno natural y de la propia naturaleza humana.
Al menos Descartes no tuvo ocasión de quejarse por el hecho de que argumentos extraídos de la matemática, sirvieran de coartada para aspiraciones más o menos místicas que en ocasiones rozan la superchería. Menos suerte está teniendo una disciplina fundamental de nuestro tiempo.
En junio de 2012, el cardiólogo holandés Pim van Lommel, declaraba en un diario barcelonés "cuando mueres sólo cambias de conciencia", queriendo con tal frase sintetizar la tesis según la cual de alguna manera la muerte es un acontecimiento más, del que algunos regresarían. Asegura van Lommel que los singulares recuerdos de personas que han pasado por tal trance no serían alucinaciones debidas a la anoxia o carencia de oxígeno, sino retoños de una segunda conciencia en la que se daría una intersección espacio-temporal que permitiría no ya revivir sucesos pasados sino anticipar sucesos a venir. Nuestra conciencia convencional no sería según van Lommel más que "un retransmisor para esta dimensión de nuestro ser en varias…una especie de radio que sintoniza con este universo…[de tal manera] que nuestra muerte es sólo un cambio de conciencia, una transición [y así], sólo morimos en una dimensión para pasar a otras".
Carezco simplemente de base alguna para discutir tan sorprendentes aseveraciones. Sin embargo no puedo pasar por alto la respuesta que este profesor holandés da a una razonable pregunta del entrevistador, relativa a sí todo este discurso respondía a una convicción religiosa: "Es física cuántica. Yo no soy creyente. Muchas religiones se han acercado con técnicas de paso entre esas dimensiones, como la meditación o el misticismo".
Y para que no haya dudas el hombre remacha: "Hasta ahora la mecánica cuántica demuestra que la luz consta de partículas que al mismo tiempo son ondas-creo que nuestra conciencia las retransmite- dependiendo del estado del observador. Así que desde los gurús milenarios hasta los físicos cuánticos, cuando asumes tu transición sin miedo experimentas un anticipo de esa sensación de plenitud".
¡Caramba con el no religioso! Desde luego todo el mundo tiene derecho a consolarse con imaginarias plenitudes que serían constitutivas de un perdurar más allá de nuestra subjetividad actual, pero desde luego… ¡la física cuántica nada tiene que ver con eso! Para empezar no se ve lazo alguno entre la dualidad onda-partícula y la "retransmisión" de esa otra -u otras conciencias- a nuestro yo actual. Pero en cualquier caso -haciendo un esfuerzo de intelección- cabe suponer que Pim van Lommel habla de un mensaje que desde esa otra dimensión nos llegaría; un mensaje no vehiculado por los medios que la física convencional contempla (mensaje con soporte material o electromagnético); un mensaje del que tendríamos intuición todos y cada uno de nosotros y que sería la base de las inclinaciones religiosas. Pues bien:
Es necesario recordar que si bien la mecánica cuántica permite sin asomo de duda declarar que hay fenómenos de correlación que escapan a los lazos de contigüidad a los que responden sin excepción los fenómenos descritos por la física clásica, de ninguna manera tales correlaciones sirven para enviar mensajes, sean estos funestos o exaltantes para nuestra condición. La única forma de enviar un mensaje es utilizar los expedientes que posibilita la materia y el campo – una paloma mensajera, o una llamada telefónica o un fax- y nunca a velocidad superior a la de la luz. De tal manera que todo este asunto de mensajes cuánticos que nos vendrían del más allá es una mera pamplina.
"Un uso más elevado"… De la mecánica cuántica (la exigencia del pensar)
Reivindicaba para la Mecánica cuántica ese "uso más elevado" que el de servir de coartada para aproximaciones "espirituales" tras los que cabe sospechar la presencia de algún principio irracional de salvación.
Pues la grandeza de la mecánica cuántica nada tiene que ver con el más allá sino con la filosofía. He avanzado ya aquí que la mecánica cuántica que nos empuja a cuestionar las interpretaciones de la naturaleza forjadas por la filosofía en base a la ciencia natural de cada tiempo, nos priva sin embargo de las armas conceptuales para el embate.
El escritor que ha contemplado lucidamente en las páginas de Joyce o Marcel Proust, el desmantelamiento de los expedientes que permitían la narración clásica se ve impelido por una fuerza esencial a su función de escritor a continuar narrando. De la misma manera el pensador al cual la mecánica cuántica priva de los principios que han regulado el pensar metafísico y han sido incluso esencial contenido para el mismo, ha de continuar pensando, eventualmente buscando referencias en etapas arcaicas (los filósofos pre-socráticos son a veces evocados en este sentido), pero sin dejar de tener el pensar como causa final: el pensar mismo, aquello que en su forma de silogismo y de techne, hace la irreductibilidad del ser humano.