Víctor Gómez Pin
Es simplemente en razón del más sano egoísmo que la insalubridad y penuria que afectan a enormes colectivos humanos han de ser combatidas. Pues hay efectivamente que ser absolutamente ciego para pensar que ese ser intrínsecamente social que es el humano puede alcanzar auténtica realización individual o de grupo si está cercado por la indigencia colectiva. Cuando la suciedad, la tristeza, el miedo y hasta, en ciertos lugares, la esclavitud de hecho, marcan la vida de un sector de la población, la otra parte caerá inevitablemente, ya sea de manera encubierta, en una paranoia de búsqueda de seguridad y en la fobia del otro. Así esas ciudades del mundo llamado “en vías de desarrollo”, privadas ya de todo rito compartido por la población en su conjunto, que permitiera hablar de comunidad y en las que los barrios míseros del centro tienen contrapunto en urbanizaciones-fortaleza, en el interior de las cuales los habitantes se complacen en un espejismo de vida “europea”. Para unos y otros, doble desarraigo, pues la condición de “desterrado en la tierra siendo tierra” (esencial en el ser humano), se dobla entonces de la imposibilidad empírica de que el lugar propio sea lugar protector y a la vez lugar abierto.