Víctor Gómez Pin
El Narrador de la Recherche de Marcel Proust se presenta a sí mismo como sabiendo, ya desde muy joven, que la lengua tiene exigencias muy difíciles de satisfacer para la personalidad viciada por la pereza, la inercia y la costumbre, y a veces exclusivamente configurada por estos defectos.
En primer lugar, exigencias de no repetición, pues la repetición es incompatible con la intrínseca variedad, con la tendencia a mutar, de la lengua. Si la lengua funciona en libertad (es decir, si el hablante o el escritor no la subordinan, no la reducen a instrumento al servicio de causas más o menos legítimas) entonces, dada una frase, no hay ley que permita aventurar la frase que va a seguir. Pero la condición de no repetición es insuficiente. Hay también una suerte de determinismo pues una vez la nueva frase presente ha de producir el sentimiento de que no podría ser remplazada por otra.
La nueva frase es pues imprevisible, pues ningún objeto la dicta, y necesaria, pues no puede – sin rechinar- trascender las fronteras de un determinado espectro. De tal modo, libertad sin arbitrariedad y necesidad sin predeterminación, aparecen como criterios de posibilidad de la obra de arte 1.
La riqueza del lenguaje reside en esta capacidad de variedad, en la abundancia de elementos de la que ninguna lógica probabilística sería apta para dar cuenta. Apostar por el lenguaje es apostar por esa pluralidad liberadora, en lugar de hacerlo por la uniformidad que suele presentarse como universo real. Ese supuesto universo real sólo alcanza legitimidad cuando la fértil potencialidad del lenguaje lo toma como punto de arranque. La función del escritor es, de alguna manera, recordar la verdad de las cosas que se presentan: las cosas son, para los hombres, siempre de alguna manera palabras, pero un cambio cualitativo se da cuando un ser humano decide asumir con radicalidad tal hecho; decide ver en las cosas, incluidas aquellas forjadas por los hombres, esencialmente un material para la vida de las palabras.
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1 Libertad, en razón de que el artista no es jamás un mero transcriptor de lo ya dado. Ausencia de arbitrariedad, pues tras un primer rasgo, nota, o frase, la voluntad del artista poco cuenta. Necesidad, pues el espectro de valores que determina cada paso ha de ser compatible con el todo de la obra (todo que no forzosamente es un conjunto de rasgos simultáneamente compatibles). Ausencia de predeterminación, dado que antes de la intervención del artista es imposible decir qué surgirá. Enrique Baca se ha interesado de manera particular por esta problemática.