Víctor Gómez Pin
De todo el hablar concreto era guardiana esa anciana a la que me refería en la anterior columna, depositaria única de la lengua vasca en un pueblo roncalés, porque de la misma manera que no hay animal sino especies animales (gato, perro, o chimpancé), el lenguaje humano sólo se da en una u otra lengua Por eso la desaparición de una lengua equivale a la desaparición de una especie, y con una diferencia fundamental: hay especies dañinas para el hombre y cuya desaparición supondría por consiguiente para este un bien, mientras que no hay lengua alguna en la que no se halle recogida y archivada toda la riqueza esencial de la condición humana. Siendo salva veritate intercambiables en lo esencial, no cabe que una lengua sea dañina para alguien, al menos que (potencialmente) ese alguien esté dispuesto a repudiar la lengua propia. Sólo quien está a puno de aceptar que su lengua se convierta en mero código, considerado eventualmente más sofisticado y eficaz que otros, puede llegar a despreciar (eventualmente odiar, si esta empieza a hacerle competencia ) la lengua del otro.