Víctor Gómez Pin
Nunca estuve de acuerdo con los que afirman que el orden de lectura de la Recherche, es de hecho indiferente, que las páginas valen por si mismas, y que no se pierde nada si se consideran párrafos aislados como un fin en sí. Pero estoy en desacuerdo, no en razón de que esta lectura carezca de sentido, sino más bien en razón de que limitarse a ella es renunciar a una riqueza enorme y complementaria. Pluralidad de células que tienen vida propia, la Recherche es sin embargo también un todo orgánico que otorga a cada célula en particular nueva función. Por eso los párrafos que valdrían por si mismos no son para el afortunado lector disociables de la peripecia narrativa, que le mantiene suspendido a los meandros por los que transcurre la vida de los personajes.
Ello no es en absoluto óbice para que en cada locus del organismo esté operando una suerte de demiurgo que tiene la capacidad de transmutar el contenido, de tal forma que su función en el todo, su sentido en la narración, pueda incluso quedar eclipsada por haber sido materia porosa para la infiltración de los recursos y expedientes del lenguaje.
En la medida en que el devenir de los personajes de la Recherche sólo es significativo porque el lenguaje contribuye a moldearlo y- sobre todo- es lo único que da testimonio de los rasgos que le configuran, el lenguaje logra una suerte de transmutación del personaje; las metáforas le empapan y- barruntando que nosotros estamos empapados de la misma manera- nos reconocemos en él. Nos reconocemos en d’Argencourt, en Swann, en Robert de Saint Loup, o en el Narrador. Nos reconocemos, no en las vicisitudes que hacen de cualquiera de ellos un protagonista más de la trama, sino en los singulares instrumentos cuyo despliegue forja la trama misma, instrumentos a los que la reflexión sobre la literatura ha dado nombre, pero que son previos a la literatura misma, por ser quizás el entramado prístino de lo que hace a los hombres.