Víctor Gómez Pin
No debe haber reparo alguno en mantener que la praxis filosófica equivale a lucha por mantener la salud del espíritu y denunciar como ilegítimo todo orden social que (condenando a los humanos a la alternancia entre trabajo esclavo y evasión embrutecedora) tiene como corolario la exclusión de tal salud, el repudio de la filosofía.
E indicaba en la columna anterior que corolario de tal convicción es la praxis social, el combate político contra el actual estado de cosas.
¿Significa ello que en el interín el pensamiento se detiene, que el objetivo de alcanzar la inteligibilidad es diferido? En absoluto. La praxis empieza en el propio terreno, es decir en uno mismo, en la confrontación contra las fuerzas de la inercia y la costumbre que son siempre cómplices de la pasividad. La filosofía tiene un componente social y un componente personal, constituye una lucha contra la sociedad embrutecedora y una lucha contra la resistencia del propio yo a lo más arduo. Lo más arduo tiene muchas dimensiones. Aspectos que los grandes del pensamiento han considerado como inherentes al espíritu , como marca de la condición humana, aparecen sin embargo como cosa de élites. La simbolización matemática está entre ellos, la interrogación sobre el entorno natural (tan a menudo apoyada en la simbolización matemática) también.
Decir que la filosofía es cosa de todos implica entre otras cosas decir que las grandes cuestiones levantadas a partir de la ciencia natural de nuestra época nos conciernen de pleno. En estas cuestiones estaba, cuando hace unas semanas hice una incursión en temas directamente políticos. Volveré ahora al asunto, intentando recordar a intervalos lo que está en juego e intentando evitar el recurso a cuantificación, pero sin sacrificar la severidad de la cosa , la radicalidad conceptual.