Víctor Gómez Pin
"Se arguye que, abolida la propiedad privada cesará toda actividad productiva y reinará la más absoluta vagancia. Según esto, ya hace mucho tiempo que se habría hundido en la vagancia una sociedad como la burguesa en la que los que trabajan no se enriquecen y los que verdaderamente se enriquecen son precisamente los que no trabajan".
En estos momentos devastadores para las conquistas sociales, oía hace unos días a un tertuliano que se refería a la reforma laboral en curso criticando a sus detractores. Uno de sus argumentos fue que la nueva norma molesta sobre todo a aquellos que estaban siempre pensando en la indemnización por año de trabajo, la cual a juicio del tertuliano era tan generosa como injusta. Los responsables políticos y representantes de la patronal visten de manera menos burda la cosa, pero no dejan de sugerir lo mismo, en el convencimiento de que toda medida que no incentive el darwinismo social lo que hace es fomentar la tendencia a la vagancia de los ciudadanos.
De ahí la conveniencia de rememorar ciertos análisis de Carlos Marx. Así los del Manifiesto Comunista en los que el pensador desmonta los argumentos según los cuales la realización del ideario revolucionario llevará a privar a los ciudadanos de poder adquirir bienes y servicios. Marx precisa en efecto que el único objetivo sería impedir que tal posesión de bienes y servicios se convierta en instrumentos para hacerse propietario del trabajo ajeno, y es en el contexto de tal reflexión aparece el tan sabroso como irónico párrafo que citaba al principio.
Y en el momento en que el banco central europeo da dinero al uno por ciento a los bancos privados para que estos compren deuda de los estados a intereses que en ocasiones superan el siete por ciento, tampoco es ocioso citar este otro párrafo del programa teórico expuesto en el mismo Manifiesto:
"Centralización del crédito en el estado por medio de bancos surtidos con capital del estado y régimen de monopolio."
Y en estas oigo en la radio que el ministro de economía se felicita del supuesto apoyo de los ciudadanos a las recientes medidas económicas del gobierno, declarando que España muestra así ser "un país serio del que se fían los inversores". Sospecho que en lo que está realmente afirmando es la conveniencia de que seamos un país genuflexo del que se fían los especuladores.
"¡Siervo ruin y perezoso!" es el anatema que, en la parábola bíblica, lanza su amo al pobre diablo que no ha sabido hacer fructificar el talento único que le ha prestado; un amo que se reconoce a sí mismo como Señor que exige dónde no ha dado y recolecta dónde no ha sembrado.