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El retorno de los rasgos de la especie

Por 8 de enero de 2013 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Víctor Gómez Pin

Así como hay etapas del fuego hay asimismo, etapas de la domesticación. La del lobo se remonta al paleolítico y es así muy anterior a la de otros animales que tiene lugar en el neolítico. El primer paso consistió posiblemente en hacerse con individuos aislados que, con mayor o menor violencia, eran incorporados al habitat del hombre. Puede tratarse incluso de crías que son recogidas antes de haber desarrollado sus potencialidades específicas, las cuales eran más o menos frenadas al adaptarse a la convivencia con el hombre. Pero la domesticación propiamente dicha empieza cuando se incorpora un grupo de individuos que a partir de ese momento son controlados, tanto en su desarrollo individual como en el cruce reproductivo. Surge así una selección artificial que viene a completar la selección meramente natural. Completar y no sustituir, por la evocada razón de que la específica naturaleza es difícilmente extirpable, mientras tal individuo perdure.
La domesticación de especies potencialmente dañinas para el hombre no apuntaba de entrada a una reducción, entre otras razones porque en muchos casos de poco serviría que lo fuera. Se sabe que en el cuarto milenario antes de nuestra era en Sumaria se domesticó el leopardo. Pero desde luego a nadie interesaba que el ahora dócil (para el hombre) animal perdiera su velocidad de más de 100 kilómetros por hora que le hacía un auxiliar precioso en la caza. Ciertamente se han señalado casos en los que la utilidad es posterior a la domesticación. Así parece que la domesticación de ciertas especies tiene para el hombre el interés de disponer de lana, pero resulta que el ancestro de las mismas, el muflón, carecía de ella.
Las razones de la domesticación pueden ser tanto la utilidad como alguna vinculación religiosa o el capricho. Pero no obstante en el origen de la misma hay ciertamente el interés por una especie concreta, no por lo que un individuo tiene de meramente animal o aun de meramente vital. Y ello en todas las especies animales. El hombre ha conseguido que haya una especie absolutamente artificial, esa larva del gusano de seda que se nutre de las hojas de mora que se le procuran y alcanzado el desarrollo vive tan sólo una horas para reproducirse. Si algún día la seda dejara de interesarnos el gusano de seda desaparecería. Se trata por así decirlo de una especie carente de intereses propios.
El perro confinado en espacios urbanos parece a veces acercarse al límite. Pues no sólo no despliega las potencialidades de la especie sino que en ocasiones procede ya de quien tampoco las desplegaba. Convertido en animal literalmente de compañía, parece carecer de función vinculada a su especie. Ya hemos visto que no es la primera vez que ello ocurre. Pero es muy difícil que la potencialidad se anule totalmente. Experiencia que conocen las víctimas de perros que abandonados individualmente en las calles urbanas de Bucarest se agrupan y recuperan su estado semi- salvaje. Ya he señalado que ello ocurre también con algunos de los perros abandonados en las carreteras durante los períodos de vacaciones, un tiempo frágiles y aislados pero readaptables y potencial amenaza para ganaderos y agricultores. "Por mucho que se expulse a la naturaleza con una furca siempre retorna" sentencia de Horacio a la que Freud añadía por su cuenta "retorna e la furca misma".
¿ Moraleja? ¡Cuidado con esa especie natural que constituye el hombre! Harían mal en confiarse aquellos que lo estiman plenamente reducido. En el seno mismo de la ignominia social, la naturaleza del hombre pugna por rebrotar y lo hará al menos puntual y esporádicamente, pues la reducción del ser humano nunca alcanza ese límite en el que la razón se vería convertida en instrumento y el lenguaje que le da soporte en mero código.

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Víctor Gómez Pin

Victor Gómez Pin se trasladó muy joven a París, iniciando en la Sorbona  estudios de Filosofía hasta el grado de  Doctor de Estado, con una tesis sobre el orden aristotélico.  Tras años de docencia en la universidad  de Dijon,  la Universidad del País Vasco (UPV- EHU) le  confió la cátedra de Filosofía.  Desde 1993 es Catedrático de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), actualmente con estatuto de Emérito. Autor de más de treinta  libros y multiplicidad de artículos, intenta desde hace largos años replantear los viejos problemas ontológicos de los pensadores griegos a la luz del pensamiento actual, interrogándose en concreto  sobre las implicaciones que para el concepto heredado de naturaleza tienen ciertas disciplinas científicas contemporáneas. Esta preocupación le llevó a promover la creación del International Ontology Congress, en cuyo comité científico figuran, junto a filósofos, eminentes científicos y cuyas ediciones bienales han venido realizándose, desde hace un cuarto de siglo, bajo el Patrocinio de la UNESCO. Ha sido Visiting Professor, investigador  y conferenciante en diferentes universidades, entre otras la Venice International University, la Universidad Federal de Rio de Janeiro, la ENS de París, la Université Paris-Diderot, el Queen's College de la CUNY o la Universidad de Santiago. Ha recibido los premios Anagrama y Espasa de Ensayo  y  en 2009 el "Premio Internazionale Per Venezia" del Istituto Veneto di Scienze, Lettere ed Arti. Es miembro numerario de Jakiunde (Academia  de  las Ciencias, de las Artes y de las Letras). En junio de 2015 fue investido Doctor Honoris Causa por la Universidad del País Vasco.

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