Víctor Gómez Pin
Retorno a la doble función de la cultura que Felix de Azúa me señalaba en el escrito arriba comentado. Catedrales por un lado y también expedientes inútiles para domar nuestra naturaleza determinada por el gen venía a decir Felix. Objetaba por mi parte que la cultura es tanto relativización de la necesidad animal como matriz de nuevas inclinaciones, que a veces entran en conflicto con los propios marcos que la cultura se ha dado. La regresión pura y simple a la condición bestial es para los humanos ya imposible, y por eso patología alguna es indicio de tal regresión. Jean Baptiste Lully, Horacio, Marcel Proust, y… el general Franco, todos son perfecta y exclusivamente humanos, epifanías contrapuestas pero verídicas del conjunto unificado de facultades que hacen del humano un animal irreductible, un animal singular. En ocasiones, ambas epifanías coinciden, y tenemos ante nosotros a un Celine, personaje que efectivamente parecía "jugarse el pellejo" en cada una de las frases del Viaje al fondo de la noche, y a la vez se complacía en la rapiña de los débiles perpetrada en la Francia ocupada, tanto por los nazis como por los esbirros del gobierno de Vichy.