Víctor Gómez Pin
El reino de las leyes
Antes de la aparición de Viernes, y como protagonista de uno de esos guiones rigurosamente construidos de los sueños a los que me refería, en la obra de Defoe hay ya para su héroe otro ser de palabra. Un ser que le visita en el entorno de la casa por él construida, cuando Crusoe se percibe a sí mismo sentado en el suelo en el exterior del muro protector, tal como lo había hecho, pese al furor de la tormenta, un día en que temía que, de permanecer en la casa, la repetición de un temblor de tierra le sepultara bajo los escombros.
Y en efecto, la tierra parece estremecerse de nuevo cuando el visitante, golpeando el suelo con su pie, habla a Crusoe, reprochándole su inconsistencia moral y alzando la espada de manera amenazante (1).
Poco tiene que ver este pasaje con las emociones pietistas, a las que ya me he referido, que en momentos de debilidad embargan a Crusoe. Pues el hecho mismo de que la forja del entramado de los sueños escape a toda voluntad consciente confiere a este visión de Crusoe una significación particular. No hay ser humano al que Crusoe pueda hacer daño, pero ello no otorga a Crusoe virginidad moral y no se trata tan sólo de los males que pueda haber inflingido en el pasado:
Pues el Crusoe que, en la emoción experimentada tras el naufragio, representaba esa afirmación del sobrevivir sin Dios (cara a Nietzsche, junto a tantos otros), no se sitúa sin embargo más allá de todo bien y todo mal. La voz de esta suerte de ángel implacable que Crusoe oye en el umbral de su propia casa parece recordarle que, cualquiera que sea la circunstancia, mientras se de un hombre, la ley que forja a los hombres está plenamente vigente y que, en el reino de las leyes, de ninguna manera todo está permitido.
Pero cabe suponer que Crusoe oye otras voces, como oímos cada uno de nosotros en ese ámbito dónde parece cristalizar todo lo que marca al ser humano que es el mundo de los sueños. ¿Oye asimismo en sueños su voz propia? Pregunta que cada uno ha de responder en función de la memoria des sus propios sueños, mientras perduren los cuales hay seguridad de que sigue habiendo en uno vida, pero sobre todo humanidad, seguridad de que toda la humanidad está aquí presente.
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1 "I thought that I was sitting on the ground, on the outside of my wall, where I sat when the storm blew after the earthquake, and that I saw a man descend from a great black cloud, in a bright flame of fire, and light upon the ground. He was over as bright as as a flame, so that I could but just bear to look towards him; his countenance was most inexpressibly dreadful, impossible for words to describe; when he stepped upon the ground with his feet, I thought the earth trembled, just as it had done before in the earthquake, and all the air looked to my apprehension, as if it had been filled with flashes of fire.
He was no sooner landed upon the earth but he moved forward towards me, with a long spear or weapon in his hand, to kill me; and when he came to a rising ground, at some distance, he spoke to me, or I heard a voice so terrible, that it is impossible to express the terror of it; all that I can say I understood was this: "Seeing all these things have not brought thee to repentance, now thou shalt die". At which words, I thought he lifted up the spear that was in his hand to kill me".