
Víctor Gómez Pin
Obviamente muy pocos creen lo que dicen los responsables políticos respecto a lo beneficioso para todos de la actual inyección monetaria. Todo el mundo tiene la certeza de que efectivamente algunos bancos se hundirán (con lo cual se habrá perdido el dinero tanto del estado como el de los que aun confiaban en ellos), pero que ello tendrá efectivamente como consecuencia la mayor salud de aquellos que sobrevivan, los cuales encabezarán un potente movimiento de expansión económica… hasta la nueva crisis. Asunto que retrotrae a la cuestión de fondo:
Más allá de la inmoralidad, la frivolidad, la imprevisión, o la mera estupidez de múltiples responsables políticos y económicos, el colapso actual del sistema financiero, ¿no viene a confirmar lo bien fundado de la tesis según la cual, en estado puro, el sistema económico capitalista es implanificable y en última instancia incontrolable? Una de dos: o dejamos que el mercado sea libre, y entonces sólo su interna dinámica cuenta, o le marcamos pautas de conducta, pero entonces ya no habrá auténtico libre mercado. Lo que no podemos es planificar desde fuera del dinero el movimiento del propio dinero. Y mientras el dinero sea libre seguirá su inclinación natural, crecerá y se multiplicará por los medios que sea necesario. Sólo un dato avanzado por el evocado Cardoso: al parecer los bancos de países como Brasil pueden llegar a prestar hasta doce veces el importe de su capital propio y reservas… pero tal cifra se incrementaría hasta cincuenta veces el capital propio en el caso de los bancos de Estados Unidos. ¿Cómo en esta vorágine evitar contradicciones de todo tipo, de las que algunos serán víctimas y que a otros reforzará? Cuando yo era estudiante, la tesis de la imposibilidad de que el mercado se auto-regule a fin de no alterar los equilibrios sociales, era más bien un tópico en bocas progresistas; entre otras cosas porque la existencia misma de un bloque socialista hacía imposible que en los países de mercado éste fuera realmente libre. Pero en cuanto el dinero cabalgó verdaderamente a sus anchas, se impuso la lógica implacable que hace de las diferencias sociales matriz de brutal confrontación. Y en esas estamos.