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Del asunto de las sesenta y cinco horas y otras miserias (2)

Por 1 de julio de 2008 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Víctor Gómez Pin

La total impunidad con la que los ministros europeos han podido avanzar una medida tan vejatoria como esta ley de las 65 horas vuelve a hacer perceptible algo que durante un tiempo resultaba una evidencia, a saber: que una sociedad donde el mercado carece de polo moderador no garantiza, en última instancia, más libertad que la del mercado mismo. Mientras esta última no sea vulnerada, el respeto a las demás es de buen tono… pero no requisito para ocupar un lugar en el sol de la respetabilidad. Una reflexión sobre asuntos análogos me permitía, hace un tiempo, denunciar lo intrínsicamente injusto, y hasta ofensivo de la amalgama consistente en homologar la miseria objetiva a que condujo el estalinismo, a las miserias del franquismo o del fascismo. Sostenía, y sostengo, que la primera es reflejo de un trágico fracaso en el proyecto ilustrado de alcanzar una sociedad que permitiera al hombre la plena realización de su naturaleza, mientras que la segunda es, por el contrario, expresión directa de la resistencia más feroz a tal ideario.

Recordaba aquí mismo que al final de los años 60 (en los que la isla de Cuba constituía para la causa de la dignidad del hombre un lugar faro) empezó a circular en los medios de izquierdas de París, ciudad donde yo entonces residía, el rumor de que el régimen estaba procediendo a una persecución sistemática de los homosexuales. La primera reacción era en general de incredulidad (tenía que tratarse de una falacia imperialista). Mas ante la iteración de testimonios fuera de toda sospecha, la incredulidad dio paso al estupor, y sobre todo a la desolación. Pues el hecho de que, por estúpidas, cobardes y oportunistas razones ideológicas, el régimen cubano persiguiera a un colectivo social en situación de penuria como eran los homosexuales, era vivido como una traición al ideario mismo que se hallaba en el origen del alzamiento de los cubanos contra la tiranía imperante.

Por el contrario, como ya he tenido ocasión de escribir, que los jerifaltes franquistas erigieran leyes como la llamada de peligrosidad social (que amalgamaba a vagabundos, drogadictos, homosexuales, subversivos y un rosario de "vagos y maleantes"), no constituye sino una muestra de fidelidad a un proyecto que tiene en el abuso del débil sino un directo ingrediente de la máxima de acción subjetiva (que en ocasiones también) sí, al menos, un auténtico corolario del entramado social que tal ideario supone.

Desgraciadamente tampoco había muchas razones objetivas para sentirse decepcionado cuando hace dos años el clerical régimen (democráticamente elegido) de los pintorescos hermanos gemelos polacos persiguiera hasta la expulsión a funcionarios cuya única falta era la de tener inclinaciones sexuales no acordes con la moral impuesta por la religión de estado. A nadie podía dejar tampoco estupefacto el que se hurgara en el pasado de modestísimos ciudadanos en busca de rasgos estigmatizadores, que conducían a precarizarlos económicamente y marginarlos socialmente. Como máximo (por aquello de las barbas del vecino) nos inquietaba que ello pudiera ocurrir en el seno de la liberal Europa, cuya imagen de parapeto contra modalidades encubiertas de totalitarismo queda seriamente dañada.

Modalidad apenas encubierta de efectivo totalitarismo es el sólo anuncio de que se dejara a los patrones la posibilidad de acordar libremente (a la indecencia se añade el sarcasmo) con un trabajador amenazado por el paro una jornada laboral de sesenta y cinco horas.

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Víctor Gómez Pin

Victor Gómez Pin se trasladó muy joven a París, iniciando en la Sorbona  estudios de Filosofía hasta el grado de  Doctor de Estado, con una tesis sobre el orden aristotélico.  Tras años de docencia en la universidad  de Dijon,  la Universidad del País Vasco (UPV- EHU) le  confió la cátedra de Filosofía.  Desde 1993 es Catedrático de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), actualmente con estatuto de Emérito. Autor de más de treinta  libros y multiplicidad de artículos, intenta desde hace largos años replantear los viejos problemas ontológicos de los pensadores griegos a la luz del pensamiento actual, interrogándose en concreto  sobre las implicaciones que para el concepto heredado de naturaleza tienen ciertas disciplinas científicas contemporáneas. Esta preocupación le llevó a promover la creación del International Ontology Congress, en cuyo comité científico figuran, junto a filósofos, eminentes científicos y cuyas ediciones bienales han venido realizándose, desde hace un cuarto de siglo, bajo el Patrocinio de la UNESCO. Ha sido Visiting Professor, investigador  y conferenciante en diferentes universidades, entre otras la Venice International University, la Universidad Federal de Rio de Janeiro, la ENS de París, la Université Paris-Diderot, el Queen's College de la CUNY o la Universidad de Santiago. Ha recibido los premios Anagrama y Espasa de Ensayo  y  en 2009 el "Premio Internazionale Per Venezia" del Istituto Veneto di Scienze, Lettere ed Arti. Es miembro numerario de Jakiunde (Academia  de  las Ciencias, de las Artes y de las Letras). En junio de 2015 fue investido Doctor Honoris Causa por la Universidad del País Vasco.

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