
Víctor Gómez Pin
– Buenos días, quisiera almorzar
– Tome usted asiento. ¿Quiere Usted el menú del día o prefiere la carta
– El menú
– …
– ¿Le tomo nota?
– Sí. De primero la ensalada y de segundo el pescado
– ¿Para beber?
– Aparte del menú, un vino que bebí ayer. Un vaso
– ¿Era blanco o tinto?
– Tinto. Pero antes quisiera una cerveza de barril pequeña
– Lo siento hoy no tenemos cerveza de barril, el grifo se ha bloqueado
– ????
Las interrogaciones que preceden aluden a una peripecia que reconocerá perfectamente cualquier persona que se encuentre en un país extranjero intentando con penalidades abrirse camino en la lengua. Esta persona enlaza frases que responden a una circunstancia standard. En el presente caso ha logrado trabar una serie de respuestas que, si todo va bien, parecerán formar parte de un conjunto con sentido, es decir, cabalmente lingüístico. El problema es que en muy raras veces todo va bien, y ello por la razón sencilla de que la lengua parece encontrar siempre circunstancias que le dan la oportunidad de desviarse de lo previsto y aun de lo previsible…
El fragmento de conversación, junto a la parte que no fue posible y cuya desaparición supone colapso del aparente sentido, había sido archivado o memorizado como un bloque, bloque que se desmorona porque ese día sobrevino en lo real de las cosas un fallo técnico. El extranjero en esa lengua está en la situación de un robot que se encuentra con un input ("lo siento no tenemos cerveza de barril") para la recepción del cual no ha sido programado. Sin duda, al día siguiente el programador (en este caso su conciencia en la propia lengua, forjando la voluntad de aprender la ajena) se esmerará, introducirá la variable que ha surgido ("lo siento hoy no tenemos cerveza de barril…" y las respuestas alternativas ("en ese caso tráigame un vaso de agua"/ "déme pues cerveza en botella", etcétera), y el programa se irá eventualmente perfeccionando, hasta que nuestro hombre esté en condiciones homologables a las de un hablante nativo por lo que a capacidad de respuesta a las situaciones standard se refiere. ¿Significa ello que constituye ya un representante cabal de tal lengua? No es seguro.
Tentado estoy de afirmar que tampoco lo es su habitual interlocutor en la casa de comidas, al menos mientras la interpelación a la que éste se haya sometido tolera una respuesta con una frase ya archivada. La auténtica situación lingüística es aquella en la que ocurre lo siguiente:
– No hay efectivamente conjunto ya estructurado de palabras que de cuenta de lo que interpela (estatuto de la incompresible frase del camarero).
– No hay reflexión en otra lengua sobre la situación tremenda para el ser hablante que acaba de sobrevenir.
En suma, nuestro hombre ha llegado al límite de lo que para él es esa lengua en la que con dolor y emoción intenta expresarse y no tiene un saber previo de otra lengua en la que reflexione su situación. Nuestro hombre se encuentra en situación análoga a la de un niño que empieza a hablar. Intentaré mañana justificar la afirmación de que ésta es la situación cabalmente lingüística.