Víctor Gómez Pin
En tres columnas que hace unas semanas me valieron observaciones muy críticas yo ponía en tela de juicio que las soluciones clásicas de la socialdemocracia fueran algo más que utopías en una situación como la actual, en la que los estados revelan su carácter de superestructuras, incapaces de introducir auténticas medidas correctoras en la brutal dialéctica de los mercados. En la correspondencia evocada con Felix de Azúa, éste apunta que el fracaso de la socialdemocracia sería proporcional al grado en el que responde a la construcción delirante que sería la idea mismo de socialismo:
"En cuanto a la inexistencia real del socialismo (¿dónde lo ha habido?) me gustaría creer que es tan sólo una secularización más del cristianismo, como el neogótico. Y que ya ha terminado su aventura semántica. Es cierto que la revolución de octubre fue una fiesta, pero para anunciar una inmediata esclavitud, del mismo modo que la revolución francesa anunciaba el considerable poder financiero que ha durado hasta 1970".
Felix me señalaba que esclavitud y explotación no son excesivamente mal recibidas por las poblaciones, al menos que sean mal gerenciadas. Y cargando la suerte, me indicaba algo en el límite de lo politicamente incorrecto, pero que desgraciadamente no veo manera de negar, a saber que, en caso de calamidad como en Haití, una dictadura introductora de orden sería bien recibida por la población. Hay ejemplos muy claros, como el de la Somalia del dictador Barre, el Tunez de Ben Ali y hasta los dos regímenes basistas de Irak y Siria, que mantenían, entre otras cosas , un forzoso equilibrio entre las comunidades religiosas que en definitiva favorecía a las posiciones laicas. Y sin embargo…perdura aquí el problema planteado por Kant:
¿Puede el ser de razón conformarse con ordenamientos económico-jurídicos que garantizan su subsistencia, la decencia física, la seguridad, el confort y hasta el ornato de las vidas, pero que lo hacen al precio de la libertad? Dejando de lado que considerando el mundo en general no hay siquiera regímenes autoritarios que se muestren así de eficaces, suponiendo que realmente los hubiera, la respuesta kantiana a la pregunta es obviamente que no: alcanzar la libertad es un imperativo del ser de razón que no será nunca erradicado. Frente a ello Felix me remitirá quizás a la empiria. Yo objetaré que ésta no puede ser jamás una prueba frente a la única facultad legitimada para establecer qué tiene y qué no tiene carácter de prueba. De manera más concreta: la sumisión efectiva de individuos y pueblos enteros a la esclavitud constituye muestra de una relación de fuerzas y no indicio de condición genuflexa.