Víctor Gómez Pin
Las condiciones de la vía de la ciencia. Grosso modo, sabemos las implicaciones ontológicas de asuntos técnicos propios de las disciplinas científicas, concretamente de la física, como el teorema de Bell. Pero obviamente cabe saber con mayor acuidad. Cabe pensar en los términos en los que lo hacen los filósofos de la ciencia, lo cual supone formarse o seguir formándose en las disciplinas que permiten ahondar en el aspecto técnico de los problemas. Así por ejemplo adentrarse en todas las discusiones de extraordinaria complejidad relativas a la localidad, lo cual implica también considerar las tentativas para refutar que la localidad sea de verdad experimentalmente violada; y obviamente hay que considerar asimismo las respuestas que se han dado a estos esfuerzos conservadores. Y caso de asumir decididamente la no localidad cuántica, hay entonces otros retos, por ejemplo el de discernir si una naturaleza no sometida a la localidad entra realmente en contradicción con la Relatividad Restringida. Pregunta que a su vez supone el determinar si la velocidad de la luz es, en el marco de tal teoría, un limite infranqueable o simplemente un invariante para todos los referenciales galileanos (de tal manera que si un tren se mueve a una velocidad rectilínea uniforme, por enorme que su velocidad sea, la velocidad del rayo de luz que comparte dirección y sentido será la misma medida desde el tren que medida de la estación). Y sea cual sea la respuesta a las anteriores preguntas, interrogación complementaria es la de si la correlación a distancia que supone la violación de las desigualdades de Bell puede o no ser utilizada para el envío de señales, es decir si la naturaleza posibilita lo siguiente: un sujeto humano controla un evento A que tiene influencia sobre un evento B espacialmente separado del primero y percibido por un segundo sujeto humano[1]
En suma, si en el tratamiento de las cuestiones ontológicas se sigue el camino de la ciencia, entonces no es obviable un cierto dominio de la Teoría de la Relatividad, pero hay asimismo que pasar por otras cuestiones. Pues en cuanto se sale de la consideración estrecha de una determinada disciplina científica (quizás simplemente como resultado de la simple constatación de que hay otras ), surge de inmediato la pregunta sobre si los objetos en los que la ciencia especializada se vuelca se hallan meramente dispersos o si hay unidad entre ellos, lo cual llevaría a buscar una unidad entre las diferentes disciplinas. Desde el punto de vista de la filosofía de la ciencia la hipótesis de la unidad supondría la existencia de una teoría fundamental provista de un modelo que pudiera dar cuenta exhaustiva de la realidad, o al menos de la realidad de la que la ciencia se ocupa.
Abrirse simplemente a este problema, es decir, considerar meramente lo que la hipótesis supone, implica inevitablemente iniciarse a los aspectos técnicos en materias aquí aun ni siquiera evocadas. Pues habría que abordar cuestiones de termodinámica y preguntarse si los principios estadísticos en los que esta disciplina se sustenta son reductibles a los de la mecánica cuántica o las bases de la relatividad. Pero, de nuevo ¿cómo meterse en este asunto sin la disposición para confrontarse a duros retos técnicos? Y el problema no se acaba ahí, pues el espectro de la ciencia es amplio, al menos en lo relativo a su ambición. Tratándose de la vida y aun de la vida animal, la química rige pues a ella se reduciría la genética, núcleo de la biología. Pero la dificultad radical es cuando se apunta a que el hombre mismo se convierta en su objetivo, lo cual para toda tentativa reduccionista supone ni más ni menos que intentar dar cuenta del lenguaje. Quizás los teóricos de la llamada sociobiología pueden adentrarse sin reparos en tal proyecto, pero siempre chocarán con la evidencia que dar cuenta del lenguaje supone dar cuenta de aquello mismo que fundamenta el hecho de dar cuenta. Mas en todo caso una reflexión crítica sobre las aspiraciones de la sociobiología exigiría refutar argumentos vinculados a aspectos técnicos que es muy difícil controlar. ¿Renunciar pues, o apuntar para la filosofía otra forma de abordaje?
¿Otra forma d abordaje? Se ha hecho ciertamente filosofía a priori, dejándose llevar simplemente por la fuerza del concepto (así al menos quiso hacer filosofía Hegel en su Ciencia de la Lógica). Pero ello sólo es posible si el espíritu, es decir, la potencia del lenguaje, no es frenado por las inevitables contingencias, lo cual puede ser en última instancia mera cuestión de fortuna. Si el espíritu está presente, entonces, aun observando la empiria (eventualmente de soslayo, como el cantante lírico concentrado por la exigencia de su actuación mira no obstante la batuta) y las teorías sobre la misma, aun atentos a los datos proporcionados por la física, la química, la biología, incluso las ciencias del hombre, incluida la parte archivable de la lingüística…lo que legisla es la tensión del concepto, el cual integra todo el cúmulo de datos, los somete a sus exigencias y precisamente por esta sumisión los revitaliza.
En ausencia de tal mediatización por lo que no es en definitiva otra cosa que la fuerza de la palabra, sólo se presenta como viable la tarea de archivar asépticamente lo que hasta ahora se ha pensado. Se propone el ser humano tener un mapa descriptivo del mundo y necesita para ello armas, que él mismo forja en lo que constituye precisamente la ciencia. Tal exigencia se presenta en razón de que el hombre quiere el control sobre ese mundo, pero quizás también en razón meramente de que el mundo le ha sorprendido. En tal caso no bastará con describirlo, sino que será necesario aclararlo, dar razón de él. Y aquí entra en juego la remisión a principios. Ulterior etapa es que por una u otra circunstancia (en nuestro tiempo en razón de la pertinencia de una disciplina especializada que se ha desbordado a sí misma) los principios vengan literalmente a ser sometidos a juicio. En ellos estamos en estos asuntos metafísicos, o estábamos… ya que en cada etapa retorna la pregunta de cómo y por dónde seguir. Pues no parece que haya para la filosofía una secuencia dada de trabas a superar. Los problemas filosóficos se fraguan en la filosofía misma. Este es uno de los lugares en los que alcanzan sentido concreto la socorrida metáfora de la construcción del camino en el hecho mismo de ponerse en marcha. Pero si ello es así, la incertidumbre es máxima, pues la metáfora misma indica que la acción de avanzar no es seguro que exprese el acto de una potencia, la actualización de una facultad. Ello respecto al sujeto que piensa, pues respecto a los contenidos del pensar ni siquiera es seguro que el andar de la filosofía se traduzca necesariamente en secuencia de problemas. Cabe la conjetura de que el hecho deinterrogarse sea en realidad sólo una expresión entre otras de que hay filosofía, filosofía en el sentido de esa actitud del espíritu humano que Kant consideraba como universal y jamás erradicable, aunque su crítica tuviera como objeto el mostrar que nunca podría alcanzar sus objetivos al menos por la vía del conocimiento sometido a criterios de verificación. Si el lazo con la libertad el mundo y la causa incondicionada caracteriza al ser de razón y si tal lazo no tiene solución cognoscitiva, habrá necesariamente entonces que abordar la cosa de otra manera, es decir, de forma no interrogativa, cabría argumentar. Todo ello sin duda como mera conjetura, la cual de momento es una manera de seguir un trecho en la actitud de neutralidad respecto a los intereses del sujeto empírico, lo cual parece la marca misma de la filosofía. Trecho corto, que se quisiera prolongar.
[1] Recuérdese el significado de la separación espacial: en el tiempo que separa los eventos A y B la luz no podría cubrir la distancia. entre ambos.